Los virus se propagan mejor en el mundo de las redes, donde el miedo viaja a mayor velocidad que la luz. Da igual que la gripe común haya causado el año pasado más muertos en España que todas las causadas hasta ahora en China por el nuevo patógeno. Aunque todo se andará. El pánico no sólo ha afectado a los ciudadanos sino a los propios gobiernos que van tomando decisiones cada vez más radicales, unas tras otra. Algunas tan equivocadas como encerrar a todo el mundo en un hotel. A capar se aprende capando.

A estas alturas de la crisis del coronavirus hay muchísimas preguntas sin respuesta y una creciente percepción de incoherencia gubernamental -las decisiones se contradicen entre sí de una manera absurda- pero sí que existen algunas cosas claras: vamos a vivir en los próximos meses una aguda crisis económica. Y además de jugar a los médicos, colocándose detrás de los grandes expertos, lo que les toca ahora a los gobiernos es arreglar el estropicio que está causando el miedo -que no el bicho-- en nuestra sociedad.

La economía, el comercio, la sociedad misma, funcionan sobre la base de la confianza. Y todo eso se ha quebrado en las últimas semanas. La gente ha dejado de viajar, hay empresas que tiene problemas en sus cadenas de producción y redes comerciales que verán comprometido, a largo plazo, el suministro de mercancías. El pánico por la pandemia no sólo ha forzado el aislamiento de millones de personas sino que lanza un mensaje contundente, "quédate en casa", que afectará al consumo y al trabajo. En muchas grandes ciudades europeas los taxis no tienen pasajeros, los hoteles pierden reservas y los restaurantes, cines y teatros están notando el zarpazo del miedo. No solo Canarias vive del turismo, aunque tengamos una dependencia mucho mayor. En Florencia, Venecia, Milán o Madrid, hay miles de pequeños negocios que empiezan a padecer una insuficiencia respiratoria aguda que puede acabar en el cierre.

Hasta ahora los responsables del sector público han sobrevolado los grandes problemas del mercado proponiendo intervenciones legislativas. O sea, actuaciones confortables desde el Boletín Oficial del Estado. Por ejemplo hacer leyes para regular los alquileres o los precios agrícolas. Pero acaba de salir el toro. Ahora veremos hasta dónde llega esa voluntad de intervenir en la economía. Porque lo que le toca ahora al sector público, según el papel que se ha adjudicado a sí mismo, es lanzar un chute de miles de millones de euros en el sistema circulatorio de la sociedad. Hacen falta inversiones que activen la economía, que impidan despidos, que salven autónomos... que compensen las medidas traumáticas de aislamiento y exclusión social que están tomando las autoridades.

Para Canarias era importante que llegaran transferencias de Madrid. Ahora es vital. Hay que echar mano del superávit y del último euro disponible para atravesar una crisis de turismo y de consumo, que probablemente será muy corta, pero muy intensa. Estén atentos a lo que el Gobierno de España tiene que anunciar, sí o sí, en las próximas horas.