El 8 de marzo es ya un hito imparable -y en plena expansión- del feminismo, que plantó su bandera violeta en geografías hasta ahora impensables, como los árabes y las asiáticas, y en países en coordenadas tan complejas como Brasil con Bolsonaro, Chile con Piñera, Venezuela con Maduro y Nicaragua con Daniel Ortega, oprimidos por populismos de signo contrario y común crueldad. Especial relieve tuvo la celebración en México, donde la violencia machista bate marcas con diez asesinatos diarios, en su mayoría con escandalosa impunidad.

Aquí podemos hablar de éxito y resaca, entendida la primera voz como el resultado feliz de un empeño, proyecto o acción y la resaca como el regreso de la ola a su origen, los residuos que deja la marea e, incluso, los molestos efectos de una borrachera. Ni el calendario, un domingo de obligado asueto, ni los prólogos -con convocatorias oportunistas como las cantadas ratificaciones de los liderazgos de Abascal y Arrimadas- abonaban el optimismo para la participación en los paros y las marchas, pero, afortunadamente, la realidad fue más generosa que los pronósticos y el entusiasmo compensó el descenso numérico en relación con años anteriores.

Al hándicap temporal se unieron, en los días previos, las aireadas diferencias, radicales o puntuales, entre los partidos de la coalición del gobierno de izquierda; y, también, de otra parte, las de la agrupada oposición conservadora y, aún más, las disidencias de políticas de primer nivel -nada menos que una portavoz parlamentaria y una presidenta autonómica- con la línea oficial de su formación que, por primera vez, acudió y con pancarta a la manifestación madrileña.

Para remate, las estimuladas distancias dentro del propio feminismo, debatidas en las sobremesas de ciertos canales y aprovechadas, con los enfrentamientos dialécticos, y casi físicos, el día después; las pugnas por la cabecera del cortejo y las expulsiones de las/los dirigentes y militantes de Ciudadanos ocuparon más tiempo el lunes y el martes siguientes que los datos y el análisis objetivo de una noticia de primer nivel y alcance sobre una verdad palmaria que se visualiza más y mejor ante el negacionismo obstinado que antaño hizo la tierra aún más redonda y las fobias y sus crímenes más abominables.