La sostenibilidad futura de nuestro planeta se ha incorporado en nuestras vidas a una velocidad vertiginosa. No hay familia, grupo de amigos, ambiente laboral o conversaciones en redes sociales en las que no se mencione el cambio climático y la necesidad y obligación que tenemos de hacer algo frente a un futuro incierto, pero sin duda, preocupante.

El turismo no es una actividad ajena a este debate. De hecho, forma parte de uno de los ojos del huracán de la sostenibilidad que apuntan al turismo como una actividad depredadora del medio ambiente. Desde el flygskam, traducible como "vergüenza a volar" hasta la culpabilidad que algunos dirigen al desarrollo turístico por los últimos temporales y sus efectos devastadores en el litoral mediterráneo.

Pero no hay nada más lejos de la realidad y todo debe ser tomado en su justa y ponderada medida. No hay actividad que más haya modificado desde el Neolítico el medio ambiente que la propia agricultura y la ganadería, y nadie en su sano juicio osaría a culpar a estas áreas de actividad de depredadoras del medio ambiente. Todo lo contrario.

Pues algo parecido pasa con el turismo como industria: que obviamente formamos parte de la transformación del ecosistema pero somos uno de los sectores que más lo cuida, que mayores beneficios aporta a la sociedad y, sobre todo y más importante, que más activamente puede actuar para que sea así visto en el futuro.

Sólo los destinos turísticos saben lo que invierten económica y humanamente en cuidar sus playas, sus entornos, su aire, su agua, su patrimonio cultural. Se ha creado un complejo sistema económico en torno precisamente a esos elementos y nadie está más interesado en cuidar de los mismos que las propias empresas hoteleras y turísticas. El aleteo de una mosca afecta a la actividad turística y es por ello por lo que se pone, en líneas generales, el más extremo cuidado y cariño en cuidar del medio ambiente.

Obviamente, se puede y se debe hacer mucho más. Las políticas empresariales de sostenibilidad, de ahorro energético y uso de energías limpias, de economías circulares, de reaprovechamiento de recursos deben ser la normalidad y no la excepción. Políticas de consumo responsable de alimentos, de uso de materias primas de proximidad, uso del sol como fuente primaria de energía ya son una realidad en un sector que está acostumbrado a reaccionar rápido y bien ante los retos y cambios. Los que nos dedicamos al turismo sabemos que no tenemos un planeta B para trabajar y que es nuestra obligación contribuir a la sostenibilidad de nuestro medio de vida.

Por ello nos parece obvio que culpar al turismo de depredador del planeta es tan exagerado como injusto. Donde algunos ven vergüenza a volar por un más que discutible ecologismo de postureo, yo veo una relación absolutamente paralela entre la evolución humana y la evolución de los medios de transporte: conforme más lejos puede llegar el hombre en poco tiempo, más inteligente se vuelve. Y eso no lo podemos obviar sin más. ¿O sí?

Presidenta de la patronal hotelera Hosbec