"Pasión, compromiso, interés y sentido individual de la responsabilidad". Son palabras de Bruce Aylward, comisionado especial de la OMS para el COVID-19 en China. Lo dijo en una de las conferencias dictadas desde Wuhan tras investigar la situación de la epidemia.

La magnífica y moderna estación está siempre vacía. Los trenes pasan sin detenerse en la ciudad. Solo el del Dr. Aylward lo hizo para que descendiera con su equipo. Para su sorpresa, también lo hicieron otros pasajeros con banderas y mascarillas. Se acercó a investigar: Era un grupo de sanitarios voluntarios que se unían a otros 40.000 que habían llegado desde todas partes de China. Venían a colaborar con una población que con una disciplina ejemplar había aceptado un confinamiento que ya duraba semanas. Wuhan es una ciudad fantasma de 15 millones de personas, una ciudad con amplias avenidas, rascacielos, parques, edificios públicos. Detrás de los cristales sus habitantes aguardan pacientemente que pase esta tormenta. Aceptaron con una resignación encomiable las recomendaciones de las autoridades. " Es nuestra obligación, tenemos que proteger al mundo de esta enfermedad, es el papel que nos toca", le decían los cientos de entrevistados.

Se acusa al Gobierno chino de tardanza en la respuesta, de no haber creído al médico que sospechó infección por coronavirus en uno de sus pacientes. Él mismo la sufrió y fue fatal. Quizá hayan tenido una actitud escéptica al principio, pero pronto tomaron medidas rápidas y hasta cierto punto extremas. El aislamiento fue una de ellas. No es fácil tomar una determinación así, las consecuencias para los que la sufren no son pequeñas y las repercusiones económicas tampoco. En una epidemia uno tiene que tomar decisiones en la incertidumbre, cada una de ellas puede ser un error o un acierto. La lucha contra el virus ha de ser rápida, si él toma ventaja puede ser difícil de controlar. Aislar a 15 millones de personas no es una decisión menor. Lo hicieron. Y un pueblo disciplinado y responsable la aceptó. Cuánto debemos estar agradecidos a esa gente que mediante su sacrificio evitó la posible explosión de una epidemia no lo sabremos nunca . Porque solo podemos imaginar qué hubiera ocurrido si no se hubiera hecho. En Wuhan el número de casos está disminuyendo. El problema se ha trasladado a otros países donde pequeños brotes desafían a las autoridades. Pero ya se conoce mejor al enemigo, ya no se tienen que tomar decisiones con la misma urgencia e inseguridad. China nos ha ayudado mucho.

En una situación así urge definir el caso: quién debe ser estudiado y aislado rápidamente. Durante la epidemia, al menos seis veces se revisó la definición en China para incluir más sospechosos y evitar que potenciales infectantes causaran daño. También el Centro de Control de Enfermedades y Prevención de EE.UU. (CDC) ha tenido recientemente que expandir su definición de caso. Hacer las pruebas a todos y cada uno de los pacientes con síntomas respiratorios sería imposible. Además del coste, atascaría los laboratorios e impediría el diagnóstico de los que verdaderamente sufren la infección por coronavirus. Ser muy restrictivo tiene el peligro de no detectar casos que extienden la infección. Es un equilibrio difícil entre lo que denominamos sensibilidad y especificidad. Lo aprendimos de los operadores de radar. ¿Qué sombra detectada es realmente un obstáculo contra el que puede chocar el barco? Si la sensibilidad del aparato se eleva, habrá muchos falsos positivos. Pero si se baja el dintel, no se detectarán obstáculos reales. Uno tiene que decidir, en función del coste de los falsos positivos y los falsos negativos, cuánto debe sacrificar de sensibilidad por tener más especificidad o al contrario.

La velocidad a la que China respondió a la epidemia no solo se centró en el aislamiento. También en el diagnóstico y el tratamiento. En tiempo récord desvelaron el genoma del virus y lo hicieron público. Además, ensayaron varios tratamientos y se están probando vacunas en animales. Y aunque muchos lo ponen en duda, han sido transparentes en la comunicación a la ciudadanía y al mundo de la evolución de la epidemia. La publicación del CDC de China semanal nos mantuvo informados. En el número décimo, que corresponde a la semana del 12 de febrero, nos informaron de las características y la letalidad de los cerca de 80.000 casos notificados, el 62% con diagnóstico cierto. Se precisa mucha organización para hacerlo: buena comunicación y registro; depuración de la base de datos y análisis y finalmente, que no es menor: escribir los resultados. Lo han hecho en tiempo récord. Ya sabemos que afecta más a hombres que a mujeres, que la letalidad es ínfima antes de los 50 años y llega al 15% en mayores de 80 años y que las comorbilidades son importantes, especialmente la cardiovascular. El registro es tan sofisticado que incluso nos muestran la mortalidad dependiendo del número de días que se sufre la enfermedad; y más cosas.

Debemos estar agradecidos a la población y autoridades chinas por el manejo de esta epidemia.