Vivimos en unos tiempos en los que la gestión que hacíamos antaño nos enseña mucho. Las nuevas tecnologías nos hacen muy dependientes, siendo un tema especialmente delicado cuando se habla de agua y naturaleza, bienes que tenemos que gestionar con máximo cuidado. Agua y petróleo no son los mejores aliados para el campo.

En Güímar encontramos un colectivo campesino que ha gestionado uno de los oasis históricos más vivos de Tenerife, gracias a los manantiales que afloran en las profundas heridas en el relieve: Barranco de Badajoz y otros.

En el s. XX, desde una época temprana, se construyeron numerosas galerías que aportan importantes caudales de agua con los que se riegan cultivos de autoabastecimiento, pero también de exportación, incorporando cultivos de tomates al sotavento de la isla, y también plátanos, hortalizas, aguacate, cebollino, etc. Esta zona incluso tuvo una planta hidroeléctrica.

Güímar es pionera en la canalización de agua para consumo urbano y agrario hacia la zona metropolitana. Hasta Santa Cruz (incluida la refinería) y La Laguna llegaban las aguas del Valle de Güímar, a través del Canal de Araca, o Río Portezuelo. También hacia el sur, la Tarjea del Escobonal, que inició el Canal del Sur.

En una palabra, Güímar ha sido un foco de progreso y bienestar en la zona más poblada de la isla. Aquí nació también una escuela de galeros o cabuqueros que han alumbrado agua en numerosos puntos de las Islas.

Crisis agraria y crisis de la cultura del agua: Las comunidades de gestión de las galerías o las comunidades de riego se deterioran. Gran parte del agua se consume en zonas urbanas. Los nietos de los que hicieron las galerías, en muchos casos, no saben ni de galerías ni de canales o atarjeas, aquellas que tienen más de 70 años de historia y grandes pérdidas.

Los derechos de las acciones de galerías están en manos de herederos, sin vinculación con el territorio, excepto los agricultores que mantienen sus parcelas. Valga como referencia que Fuentes de Güímar son unas nueve galerías y dos pozos en manos de algo más de mil socios, divididos en más de 7.000 acciones o derechos.

Es necesaria una lectura nueva para gestionar recursos escasos, en una sociedad que ignora una cultura de gran valor ecoambiental. La gestión de lo pequeño pegado al territorio es algo básico en la supervivencia del campo, y por supuesto de pequeños núcleos de la población y agricultores, parte de lo que llamamos campo vaciado. Las grandes obras desaladoras y en núcleos urbanos, con una red de distribución en zonas agrarias y en muchos casos complementarias, aguas depuradas y las llamadas aguas blancas.

Refundación de Fuentes de Güimar: Roberto Rodríguez y un grupo de agricultores toman la iniciativa de organizar un sector que estaba descapitalizado, tanto en el plano humano como material, estableciendo otra manera de gestionar el agua, reduciendo las pérdidas en la red y poniendo en valor canales de 70 y 100 años.

Predicar y dar trigo: En Güímar, gracias a este colectivo, se inician obras importantes. Se entuba más de 30 kilómetros, sustituyendo atarjeas con grandes pérdidas. Se inicia un nuevo sistema para tiempos de crisis. Se construyen más de 400 cajitas o fieles en los que el agua se distribuye de manera permanente entre comuneros que tiene estanque, y en consecuencia con tuberías, evitando las pérdidas. Para ello se ha necesitado una inversión importante en la que ha participado el Cabildo y Gobierno de Canarias. Por otra parte, se ha mejorado la red de distribución para aquellos que no tienen estanques y riegan a manta, haciendo uso del sacho.

Entendemos que la experiencia de Güímar puede ser una referencia piloto en relación a cómo gestionar de manera más eficiente los recursos. Sobre todo, potenciando la agrupación en comunidades tan importantes fue como iniciamos las galerías, hoy en franca crisis.

Enhorabuena a Roberto y su equipo. Asociemos esta experiencia a las mejoras que demanda el mundo rural.