El Parlamento de Canarias se reunirá la próxima semana para que los partidos acuerden un calendario para elaborar la ley electoral canaria. Se trata de cumplir con un mandato obligado del Estatuto, que establece en su transitoria primera que la ley debe aprobarse en un plazo máximo de tres años, a contar desde la entrada en vigor del propio Estatuto.

Con la que nos está cayendo a cuenta de la pandemia y sus repercusiones sociales y económicas, lo de tener que volver a ocuparse ahora de la Ley Electoral parece un mal chiste: costó años ponerse de acuerdo en modificar el sistema de la triple paridad para darle a Fuerteventura un diputado más y colocar otros nueve en otra lista regional que no logró modificar sustancialmente la representación territorial, pero permitió a todos los partidos disponer de más gente y por tanto de más recursos

Se prometió que eso no costaría ni un euro más, y también que se mentía bella a y tontamente en esa declaración. Pagar a los diputados y sostener una representación parlamentaria que creció un 13% cuesta hoy casi un 17% más que antes. Lo que ocurre es que el presidente Matos ha hecho la tarea, ahorrando en otros gastos. Y en cuanto a la calidad democrática de la representación, nadie parece haber notado una gran mejoría.

Lo que toca hacer ahora es decidir si el nuevo sistema debe mantenerse como está (es muy probable que al final eso sea lo que ocurra) o retocarse, en una ley de nueva planta que regule una también nueva distribución de los setenta diputados entre la lista regional y las siete listas insulares.

El problema es que la actual mayoría de Gobierno lo tiene muy complicado para ponerse de acuerdo. Forman parte de ella tres formaciones partidarias de mejorar la representación de la lista regional, y una absolutamente contraria no ya a aumentarla, sino siquiera a que exista. Por supuesto, eso ya no se va a poder cambiar, pero yo juraría que Curbelo no va a tolerar ni un solo movimiento que disminuya la representación de las islas menores.

Curbelo es singularmente beligerante con eso: hace dos días se despachó a gusto en Lancelot Television, asegurando que con él y con su partido no contará el Gobierno para aprobar una ley electoral que aumente el desequilibrio: "Siempre vamos a tener la tentación de querer dar más poder a los que ya tienen prácticamente todo el poder. Eso va a ser así, sí. ¿Van a contar conmigo? Desde luego que no."

Curbelo, cuya aportación es clave para la continuidad del Gobierno surgido del pacto de las flores, sostiene que la lista regional fue un error y que hay cada vez más partidos que votaron a favor de ese sistema y que reconocen ahora que hacerlo fue erróneo.

En realidad, no sé a quién ha escuchado Curbelo calificar de error la lista regional, porque eso no lo ha hecho públicamente nadie, pero sí tiene razón cuando asegura que el sistema no resolvió ninguno de los defectos de representación que se pretendía resolver. Lo que ocurre es que el problema no es la lista regional, sino haberse arriesgado poco con ella...

Estamos a tiempo de un debate que implique un nuevo compromiso entre política y territorio. Un sistema que dé la misma representación -tres o cuatro o cinco diputados por Isla- y asigne el resto a una única lista regional. Ese sistema será representativo, y evitará situaciones tan absurdas -y tan condenadas antes por la izquierda, ahora con la boca cosida- como que 6.215 votos gomeros decidan la gobernabilidad de esta región.