Nuestra capital cojea de la pata del Urbanismo desde hace mucho tiempo. El Plan General de Ordenación vegeta en el corredor de la muerte. El Plan Especial del Toscal es un ente fantasmal que pasea por Almeida en las noches de luna llena. Y la conexión Puerto-Ciudad vive una feliz vida virtual en aquellas hermosas maquetas que se quedaron simplemente en eso: en sueños de cartón piedra.

El nuevo responsable del área, Juan Ramón Lazcano -uno de los dos concejales de Ciudadanos que votaron por el nuevo gobierno municipal- está intentando poner orden en el gallinero del planeamiento. Tiene una papa caliente con un millón de metros cuadrados de una nueva ciudad que tiene que crecer en donde hoy se levantan los tanques de la vieja refinería: un proyecto a muy largo plazo que habrá que ver cómo camina. Y luego se enfrenta a otro endemismo capitalino, esa playa de Las Teresitas que tanto escándalo y tanta milonga ha desatado en la política local.

A Lazcano, que vino de Galicia, el pasado le importa rábano y medio. Por eso considera que el futuro desarrollo de la zona, entre otras cosas, pasa por la construcción de un parking público en la cabecera de acceso a la playa y por la construcción de un hotel en una parcela que está calificada para ello. Desde un punto de vista puramente racional ambas cosas son bastante pertinentes.

Pero el pasado, a veces, determina la conciencia. Hay fuerzas que se movieron compulsivamente para la demolición del edificio del parking casi construido en la zona, al que denominaron, con gran éxito mediático, "el mamotreto". De nada sirvió que se repitiera una y otra vez que el edificio estaría enterrado, tapado por la elevación del terreno, y que su techo sería una plaza pública con vistas a la playa. Lo que la gente veía era las columnas y paredes de cemento que se levantaban en el solar. O sea, una caca. Y en eso se quedó. Y como invadía algunos metros de servidumbre de Costas -porque en su momento existía un convenio entre este departamento y el ayuntamiento para hacer cositas juntos- la cosa se complicó. Un contencioso administrativo "de libro" terminó sin embargo en el ámbito penal, con condenas, cárcel e indemnizaciones. Un dislate.

Construir ahora el mismo parking en el mismo sitio -que es lo que en términos de planeamiento habría que hacer- es algo políticamente muy incómodo para quienes defendieron con tanta pasión su derribo. Y lo mismo podría decirse de rentabilizar el suelo que se destinaría a un hotel en el que alguna gran cadena podría estar interesada. Pero ambas cosas, si nos abstraemos de la reciente y conflictiva historia, supondrían un potente empuje a una nueva definición de la zona, a la actividad económica de la capital y a la conformación de una nueva playa. Las enfrentadas opiniones en el grupo de gobierno se han dado tiempo para negociar una "salida política" al atolladero. Será digna de ver.