Los estudios indican que un aumento de la proporción de personas mayores de 65 años influye en la disminución del crecimiento económico: un incremento del 10% produce un decremento en la economía del 5%. Además, las empresas más dinámicas, las que arriesgan y crean, son las que tienen una composición de trabajadores joven. Las otras, donde la fuerza laboral está dominada por la edad, son más rígidas y en un mundo tan competitivo se quedan atrás. Nacimiento, mortalidad y emigración son los flujos demográficos. Cuando la natalidad es baja, la esperanza de vida alta y deciden emigrar los jóvenes, la sociedad envejece. Eso es lo que pasa en Asturias. Que Asturias tenga estas dificultades para engancharse al crecimiento del resto del país puede tener un origen demográfico.

La baja natalidad es una conquista de la segunda mitad del siglo XX. No hizo falta en España que se permitieran las medidas de control de natalidad para que en la década de 1970 se redujeran las familias. Antes, después de la guerra, hubo un repunte de la natalidad que acompañó a las buenas perspectivas. Pero en cuanto mejoró la mortalidad infantil, se extendió la educación y se vigiló con más rigor el trabajo infantil, los padres decidieron tener menos hijos y mejor criados: invertir más en cada uno. Este fenómeno universal se refuerza cuando la mujer entra en el mercado laboral. En España lo hizo tarde. Durante décadas fue de los países de Europa donde menos mujeres trabajaban. Ya no es así. En resumen, la baja natalidad es una conquista de la sociedad. Pero cuando supera la tasa de reposición, la mínima para que no se contraiga la población, esa sociedad está en peligro.

Qué es lo que hace que los jóvenes reproductores no ejerzan su labor. Parece que la perspectiva económica es una de las principales. Un futuro incierto o demasiado oscuro disuade de embarcarse en una aventura tan larga y costosa. Así que se establece un mecanismo de retroalimentación: el envejecimiento de la población impide el crecimiento de la economía, una economía tambaleante no invita a la reproducción lo que profundiza en la parálisis o retroceso económico.

Hay más razones. La principal, la emigración selectiva de los elementos reproductores ya comentada. Las sociedades dinámicas expulsan a los sujetos pasivos, los que ya no aportan o apenas lo hacen: llenan los paraísos de los jubilados en las costas españolas. En cambio, las sociedades sin perspectiva expulsan a los jóvenes obligados a buscar su futuro en aquellas otras. Y si se contrae el número de reproductores y además los que quedan no ejercen su función, el decrecimiento está servido. Y dominado por un aumento de los mayores de 65 años.

La sociedad asturiana, y la española en menor medida, es una sociedad enferma, casi moribunda. Todo ser vivo depende de la renovación de los elementos que lo componen. El que ahora soy, físicamente, apenas tiene que ver con el que fui hace 20 años. La mayoría de mis células son nuevas. Pero llegará un momento que esa renovación se detenga. Las funciones vitales se deteriorarán, la capacidad para responder a las exigencias de la vida disminuirá hasta no poder hacerlo: la muerte. Lo mismo en una sociedad humana. Cada nacimiento es un elemento renovador, cada muerte un espacio para ello. Hasta ahora, los seres vivos dependíamos de la capacidad de división de las células que nos componen. Desde hace 50 años incorporamos elementos extraños: los trasplantes. Imitamos a la sociedad que recibe por inmigración elementos de otros cuerpos sociales. Las más favorable son las que aportan gente joven y ambiciosa, dispuesta a arriesgarse para mejorar. Menos interesantes son las que reciben jubilados, que si bien por su consumo enriquecen la sociedad, no son un elemento dinamizador en sí mismo.

El reto demográfico tiene la envergadura, para la supervivencia de nuestra sociedad, del reto climático. Ambos tensionan el sistema sanitario. El primero, porque los organismos añosos son más vulnerables, precisan más cuidados médicos y con más frecuencia. Sostener su decaimiento de manera sensata es uno de los mayores trabajos del sistema sanitario. Hace muchos años que trata de adaptarse. En todos los foros se habla de la cronicidad y de la pluripatología. En todos se reconoce la importancia de la atención primaria, el lugar idóneo para combinar la multitud de intervenciones que precisan muchos pacientes. En todos se habla de la importancia de la enfermería, vocacionalmente dirigida a los cuidados. Pero la dinámica del sistema, la voracidad y presión de la tecnología, el prestigio de las especialidades y los hospitales y su visibilidad pública, hace muy difícil seguir los caminos lógicos. Contraer el gasto hospitalario para incrementar el de atención primaria es muy complicado en la práctica. Cómo encarar el reto demográfico. Su envergadura ha obligado al gobierno local y el nacional a crear estructuras especiales centradas en ello. Esperemos que los expertos encuentren las palancas que activen una demografía saludable.