La Bolsa de Madrid estuvo ayer al borde de quedar por debajo de los 8.700 puntos. Con la caída, el principal indicador de la Bolsa española acumula pérdidas semanales superiores al once por ciento, tras bajar al mediodía 277,2 puntos, hasta 8.708,7 puntos, un nivel muy similar al de finales de agosto del año pasado. Madrid acumula ya una caída anual del 8,81 por ciento. Y en el panorama internacional, la situación es muy parecida: todas las bolsas europeas bajaban: Fráncfort, el 3,71 por ciento, Londres, el tres por ciento, París, el 2,9, Milán, el 2,69€ La Bolsa de Seúl cerró con una caída del 3,30 en el Kospi, su principal indicador, sumándose al desplome de los mercados bursátiles globales, por el pánico al efecto económico del coronavirus. El índice Nikkei de Tokio cerró ayer con un descenso del 3,67 por ciento, con caídas muy similares en todos los mercados de Asia, contagiados por los resultados de futuros de Wall Street. Ése es el panorama. Un panorama más preocupante y potencialmente más dañino, que el de la expansión del Covid-19.

Y es que hay pocas cosas más miedosas que el dinero, y más aún si el dinero está junto, en los mismos bolsillos y además es mucho. La vertiginosa expansión del coronavirus y las consecuencias que puede llegar a tener para la economía planetaria la nueva enfermedad, han provocado ya la primera pandemia efectiva: el derrumbe de todos los grandes parqués del mundo, a pesar de los esfuerzos realizados para evitar una reacción en cadena a la caída de los sectores más amenazados.

Ayer, Madrid decidió inhibirse de la cotización del consorcio aéreo IAG, el holding propietario de British Airways, Iberia, Vueling y Aer Lingus, y de otras cuatro empresas que operan fundamentalmente en el sector hotelero y de la touroperación, ante la extraordinaria volatilidad del mercado de los viajes. Todo apunta que el miedo provocará la caída del turismo, y la cancelación de vuelos y reservas. De hecho, muchas compañías aéreas han comenzado a cerrar destinos y desprenderse de parte de su personal.

El miedo funciona de una forma curiosa: alimenta reacciones histéricas, provoca el rechazo a cualquier riesgo (la economía no puede sobrevivir sin asumir riesgos) y alienta el cumplimiento de las profecías más siniestras. El miedo paraliza inversiones, provoca intervenciones erróneas de los poderes públicos, cierra fronteras, y produce acaparamiento, desabastecimiento y por tanto más miedo, más acaparamiento y más desabastecimiento, en un círculo nada virtuoso de la estupidez. Un tres por ciento de españoles, según un sondeo publicado ayer, reconocía haber comenzado a acaparar alimentos, medicinas y productos de primera necesidad, como si estuviéramos acercándonos al apocalipsis zombi. Claro que a lo mejor no hay que fiarse mucho de las encuestas, o de lo que ahora se contesta cuando te preguntan: en el mismo sondeo se advertía que un once por ciento de españoles había dejado de comprar por internet productos de origen asiático, haciendo que nos cuestionemos si hay un once por ciento de españoles que compren en Asia a través de internet€

Mi sospecha es que estamos montando un circo. De tres pistas. Pero en los circos no se juega uno la vida con leones y tigres sin haberlos domesticado antes.