Tiene razón el aspirante a la nominación demócrata a la Casa Blanca, el autoproclamado socialista Bernie Sanders, cuando sostiene que en EEUU existe ya un socialismo, pero es sólo para los más ricos, no el que él propugna y que beneficiaría al 99 por ciento de los ciudadanos.

Un socialismo al que el Estado recurrió en su día para rescatar directamente a la banca y no a los diez millones de tenedores de hipotecas basura, que recorta los beneficios de la seguridad social y los servicios públicos para financiar el creciente gasto militar a costa de reducir aún más los impuestos que pagan los ya multimillonarios.

Es algo que no comenzó, sin embargo, con el republicano Donald Trump: desde que estalló la crisis en 2008 y ya con el demócrata Barack Obama en la presidencia, el crecimiento del PIB en EEUU ha beneficiado casi exclusivamente a ese sector minoritario y privilegiado de la población.

El valor de las acciones, los bonos y el patrimonio inmobiliario en manos del 5 por ciento más rico se ha disparado gracias, entre otras cosas, a lo que se conoce en la jerga económica como "expansión cuantitativa": la creación de dinero nuevo para inyectarlo en los mercados financieros.

Pero la palabra "socialismo" - aunque el que defiende Sanders es su variante "light", la socialdemócrata- sigue siendo anatema para muchos en EEUU, y entre ellos están los principales medios de comunicación, incluidos los que en el resto del mundo se consideran como de referencia como The New York Times o la cadena de televisión CNN.

La cuestión que se dirime una vez más en las elecciones presidenciales de aquel país es la de a quién representa realmente el Partido Demócrata: a la clase media y trabajadora o a sus multimillonarios donantes y a quienes, como el último en incorporarse a la carrera, pueden con sus millones casi comprar la candidatura.

El argumento esgrimido hasta ahora por quienes intentan por todos los medios impedir la victoria de Sanders en la carrera por la nominación demócrata es que en ningún caso podrá vencer a Trump, y esto es lo prioritario.

Pensaban en un principio que Sanders sería sólo el favorito de las clases urbanas, de los profesionales con estudios universitarios, pero se han dado cuenta con sorpresa de que también le apoyan los trabajadores, buena parte de los afroamericanos y de la población de origen hispano..

Y de repente les ha entrado el pánico a quienes confiaban en que se impusiese el favorito del "establishment", el ex vicepresidente Joe Biden, al que se califica de "más moderado", pero que significa en realidad más de lo mismo.

Supuestamente "moderada", aunque en realidad era un halcón en Defensa y contaba con el apoyo del mundo de las finanzas y del "big business", Hillary Clinton fracasó frente a Trump en las pasadas elecciones.

Y desde entonces, la CNN y los medios "liberales" no han dejado de atribuir la derrota de aquélla a las injerencias del Kremlin en la campaña sin preguntarse ni un momento si tuvo algo que ver con el trato altanero y despreciativo de la candidata demócrata hacia la clase trabajadora.

Es decir, hacia esos mismos sectores de la población, sobre todo la que vive lejos de las grandes ciudades, a los que, como buen demagogo, consiguió engañar Trump con su lenguaje vulgar y sus fáciles soluciones para los problemas más complejos.

El gran problema de EEUU es su sistema bipartidista - de dos partidos que se parecen cada vez más en sus propuestas neoliberales-, que hace prácticamente imposible que pueda triunfar uno nuevo, capaz de cambiar de una vez el statu quo.

Para el más rico de los candidatos y el último en lanzarse a la carrera demócrata para parar como sea a Sanders, el multimillonario ex alcalde de Nueva York Michael Bloomberg, una economía sólo puede ser capitalista o comunista, sin que exista un término medio.

En Europa, Sanders estaría hoy en un partido socialdemócrata, pero en EEUU no le ha quedado más remedio que presentarse por el de Clinton y Obama. Y la victoria que persigue es - ¡ojalá me equivoque!- misión imposible.