Observo con cierto asombro que en el catálogo de maldiciones bíblicas que se ha convertido en nuestra única lectura en las últimas semanas (vientos semihuracanados, tormentas de arena, incendios, terremotos, virus aterrorizantes) nadie ha incluido la propuesta del Consejo Europeo para el marco presupuestario de la UE para el periodo 2021-2017. Ciertamente después de 30 horas de negociación casi ininterrumpida no se llegó a un acuerdo en Bruselas, tal y como era previsible, pero el menú presentado por Charles Michel pone los pelos como escarpias. Desde el punto de vista de los intereses canarios es quizás lo peor desde los años ochenta, por lo que la preocupación de los responsables de la Consejería de Hacienda y Asuntos Europeos está plenamente justificada. La mitad de los contribuyentes netos a las arcas de la UE -Suecia, Austria, Holanda y Dinamarca- quieren una vuelta de tuerca al rigor presupuestario y a la contención del gasto. Y lo exigen porque no van a pagar de su bolsillo los 75.000 millones de euros que, hasta el 2027, le hubiera correspondido apoquinar al Reino Unido si no se hubiera mandado a mudar. Una rebaja del 14% de los fondos de la Política Agraria y un hachazo del 9% de los fondos de cohesión -que en algunos programas llegarían a rozar el 12%-. La Comisión dulcificó muy ligeramente el documento, pero no hubo manera. La posición española fue bastante sorprendente: bueno, admitimos recortes en fondos estructurales y de cohesión (empleo, infraestructuras, formación e innovación) pero no en la PAC, porque "el campo es una prioridad". Asombrosa estrategia negociadora jamás vista en Europa, por ciento. Ya es casual que sea la opción elegida cuando varias decenas de miles de agricultores se han manifestado en las últimas semanas contra el Gobierno presidido por Pedro Sánchez.

A través de los programas de los fondos de cohesión Canarias ha recibido en los últimos siete años unos 2.845 millones de euros y gracias a los asociados al Posei y al REA unos 1.878 millones aproximadamente. Lo más divertido de lo que se escucha ahora -ya con la negociación abierta- es que dirigentes políticos y empresariales del país esperan que gracias a su condición de Región Ultraperiférica Canarias no sufra recortes demasiado brutales. Al parecer las RUP no somos nosotros, ni ellos, ni nadie, sino una divinidad menor que, sin duda, se ocupará de empresas y consumidores isleños desde el Empíreo comunitario, porque nos lo merecemos, tan lejos de Europa y tan cerca de nuestra pachorra. Pero las Regiones Ultraperiféricas no han movido ni las pestañas buscando y prenegociando vías de adaptación si se producía finalmente la salida del Reino Unido y, es más, carecen como organización de cualquier estrategia para insertarse en las reestructuraciones de la globalización o mejorar sus condiciones en el nuevo regionalismo económico mundial. En lugar de espacios de modernización las RUP -un mosaico demasiado dispar- se asemejan más a comarcas razonablemente subvencionadas. Para las élites canarias han sido, simplemente, un paraguas institucional para mantener el estatus quo. Pues bien: el próximo marco presupuestario de la UE, con toda seguridad, va a agujerear ese paraguas y va siendo hora, tal vez, de reconvertir ese status y no de intentar que sobreviva, debilitado y hasta moribundo, para esperar otro disgusto mayor dentro de siete años.