Yo creo que por aquí van las cosas. Desmintiendo a Don Sabino, los etarras han conseguido casi todo y sus conciudadanos están orgullosos del trabajo de sus cachorros armados. Esta gente puede tener una crisis existencial, pero que no conduce al suicidio sino al aburrimiento. Porque dudo que la mayoría de ellos, alcanzados los últimos objetivos, sepan qué hacer con su vida.

En la película "La solución final" (2001) dirigida para la BBC por Frank Pearson se recrea la Conferencia de Wannsee, celebrada en las afueras de Berlín el 20 de enero de 1942, donde un grupo de líderes nazis diseñaron "la solución final" que buscaba el exterminio definitivo del pueblo judío. Hacia el final de la cinta, cuando ya se han ido la mayoría de los invitados y los uniformes se aflojan, hay una interesante conversación entre los tres principales convocantes de la reunión: Heydrich, Eichmann y Müller, un general de las SS. Heydrich cuenta a sus dos interlocutores la historia de un amigo: "Este hombre era hijo único y tenía un padre que le maltrataba, le despreciaba y finalmente, le desheredó. En cambio, tenía una madre a la que adoraba y que le trataba como a su mejor tesoro. El hombre creció. Al cumplir los treinta años, su madre, la mujer que le había dado todo y protegido siempre, murió. De pie ante su ataúd, el hombre inmensamente triste intentó llorar. Pero ni una sola lágrima recorrió sus mejillas. Le fue imposible el llanto. Por el contrario, el padre de este hombre vivió hasta que fue muy anciano. Murió cuando su hijo contaba casi sesenta años. Y en el funeral de su padre, para su sorpresa y la de todos, el hijo no dejó de llorar, de sollozar, de lamentarse. Estaba tan inconsolable como perdido". Eichmann le dice a Heydrich que no entiende ese relato y Heydrich le contesta: "Este hombre permitió que toda su vida girase orientada por el odio hacia su padre. Cuando su madre murió lo sintió mucho. Fue una gran pérdida. Cuando su padre murió, el objeto hacia el que dirigía su odio desapareció. Y su vida quedó vacía. Acabada". Insiste Eichmann, duro de oído: "¿Eso quiere decir que no debemos odiar a los judíos?". Contesta Heydrich: "Lo que no podemos hacer es permitir que ese odio llene nuestras vidas. Porque entonces una vez que hayamos acabado con ellos no tendremos un motivo para seguir viviendo".

Yo creo que esas crisis existenciales de las que habla Don Sabino, si existen, tienen más que ver con este vacío, con el silencio al que se enfrentan aquellos que fueron entrenados para odiar y exterminar a sus semejantes sin más razón que unas oscuras identidades hechas de sangre y tierra. No es asunto fácil la gestión de lo íntimo para un ciudadano de a pie. Imagino lo complicado que debe serlo para quienes han matado a inocentes. Recuerdo un libro que ayuda a comprender este proceso. Lo escribió en la cárcel Félix Novales, un grapo arrepentido que, con 21 años, mató a seis personas en dos meses. Se titula "El tazón de hierro" y explica bien cómo funciona el fanatismo y la soledad en que se quedan los arrepentidos.

Es terrible el artículo de Sabino Ayestarán. Si está así de preocupado por los que tienen que mostrar un gesto de arrepentimiento ¿qué escribirá para que no se juzguen los 373 crímenes que quedan por resolver? En fin. Entiendo que a los etarras les reconforte el mensaje del emérito. Yo dormiría tranquilo sabiendo que tengo a un lado a Dios y al otro a Psycinfo.