Las tácticas de las prisas, del miedo, de abrir frentes y del bloqueo se imponen. Lo demostró Pablo Casado tras entrevistarse con Pedro Sánchez en La Moncloa. Con ellas se propone implantar su sistema de rechazo al Gobierno tras comprobar que ni había ganado las elecciones ni sumaba para componer un gabinete o una coalición que lo formase. Si el dicho popular dice "vísteme despacio que tengo prisa" y "las prisas son malas consejeras", el estado mayor opositor mantiene los dichos de "la prisa no le deja pensar" al Gobierno y "al mal paso darle prisa", como frente tripartito referencial. Consideran los dirigentes de la derecha que si las prisas son poco recomendables, metiendo prisa y con altavoces, los problemas que suelen rodear a la gobernabilidad se alargan, interrumpen una manera rápida y expedita de resolverlos para que se conviertan en más difíciles. Esta es una de las características que últimamente abundan en los cauces informativos, la urgencia por la primicia, un modelo aún escasamente analizado y que habitualmente llama la atención. Es la táctica empleada por la oposición para la lid política. Una técnica que alguna formación ha encontrado de gran utilidad para dar sus campanadas, su motivo para figurar en los medios informativos. Ya no nos referimos a los virtuales cien días de cortesía -los de Franklin D. Roosevelt o los de Napoleón- para analizar la gestión del gobernante, su eficacia y el cumplimiento de sus promesas en la campaña electoral. Esa es una ley no escrita que raramente se respeta. La cuestión es que se combaten acciones simplemente apuntadas, aunque sean viables, legales, posibles. Cualquier acción es rápidamente criticada antes de ser emprendida, nada más ser anunciada. Y se amenaza con acudir a los tribunales y especialmente al Constitucional. Una cortina de humo espectacular, más amenazante que eficaz. Sobre todo si tenemos en cuenta que en cajones constitucionales descansan algunos recursos, como uno sobre el aborto, con más de diez años sin una sentencia o resolución. "Quien controla los medios, controla los miedos", recordaba hace unas fechas Andrés Rábago, El Roto, en una de sus viñetas, un verdadero editorial gráfico. Así parecen actuar algunos partidos. Una táctica que en algunos extremos alcanza a las populares "fake news", los bulos en término castellano. O se recurre a palabras pegadizas o fáciles de recordar, como pin o virus, que, seguidos de un calificativo negativo, tienden a infundir temor en el público. "El miedo se contagia más", titulaba recientemente Javier Cuervo una de sus columnas. El periodista, maestro del humor y la perplejidad, comentaba la extensión, a raíz de la del coronavirus -o Covid-19, según nominación de la Organización Mundial de la Salud, OMS-, del miedo con mayor rapidez que la epidemia que se contagia por vía respiratoria. "El miedo se contagia por vía lectora, auditiva, audiovisual, y no tiene distancia de seguridad. Muchas veces, cuando más lejos está el peligro más miedo da", confirmaba Cuervo. La política española parece buscar más el miedo que la eficacia. La eficacia crea confianza y seguridad, el miedo crea confusión, asusta. Las prisas tapan, ocultan la posible eficacia, el camino hacia ella. Por eso recurren a las prisas, para que no se vea que hacen algo. Y nuestra clase política parece que funciona "de oídas", falta de argumentos. Contemplé hace poco una escena curiosísima: Una pareja encargó en una pastelería del barrio de Prosperidad, en Madrid, una tarta de la Selva Negra. Cuando el pastelero se la presentó antes de empaquetarla quienes la habían encargado pusieron algunas pegas: que el chocolate debía ser con leche, que la fruta iría entre las capas... El pastelero les replicó que llevaba preparando esa tarta desde hacía muchos años y conocía muy bien su composición. La pareja seguía porfiando sobre la tarta y su elaboración hasta que el veterano confitero, ya enfadado, replicó: "La tarta conocida como pastel de la Selva Negra lleva chocolate negro, nata, cerezas y licor de cerezas. El cocinero de Napoleón, tras la batalla de? le preparó al emperador un postre de chocolate, nata, frambuesas y licor de cerezas. Mi abuelo la hacía ya hace 80 años?". No es bueno hablar de oídas. Los argumentos destruyen el miedo.