Una querida compañera contaba que a su padre, médico de profesión, una señora se le dirigió tras relatarle sus síntomas: "¿Qué me pasa, doctor, en su modesta opinión?" Ay de las opiniones modestas, ¿qué fue de ellas? En la comedia Si la cosa funciona de Woody Allen, un profesor de ajedrez sin filtros explica a una madre quejosa que tiró las piezas a la cabeza del niño "para sacudirle su torpeza vegetal". Ante el asombro de la progenitora, que sostiene que su hijo es muy listo, el brusco monitor responde: "En su opinión, señora". En su opinión. Si abre el melón de someter la capacidad de un pequeño humano a debate, la mujer tendrá que estar preparada para escuchar voces discrepantes. Las opiniones se expresan con mayor o menor fortuna, con más o menos riesgo, y con suerte sustentadas en algún fundamento. Mi opinión es solo mía, y la comparto sin ánimo de ofender, aunque nunca se sabe. Sin embargo, ciertas opiniones se han nutrido de inmodestia y hay colectivos con muchísimo tiempo libre dispuestos a esgrimir creencias verdaderas como puños y defenderlas donde haga falta, con leyes discutibles interpretadas a menudo de la peor manera posible para quienes no siguen la corriente. Los abogados cristianos que han llevado ante los tribunales al actor Willy Toledo por faltarle al respeto a su dios. El activista que denunció las canciones del rapero Valtonyc por enaltecimiento del terrorismo. Los sindicatos policiales que acusaron al dibujante Toni Galmés por calumnias al cuerpo en un cómic sobre el 1-O de Cataluña. Si la madre de Si la cosa funciona hubiera pertenecido a un club de ciudadanas con energía que dilapidar, el huraño maestro que le dijo "no puedo enseñar ajedrez a un zombi inútil" hubiese sido inmediatamente sentado en el banquillo. Y muy posiblemente condenado.

Tuvo que ser precisamente Willy Toledo este lunes, obligado a perder su tiempo defendiendo su derecho a expresarse como desee delante de un juez, quien criticase que, lejos de adelgazar, el listado de asuntos de los que no se puede hablar con libertad vaya a sumar ítems. El Ejecutivo de izquierdas, que todavía no ha derogado la ley Mordaza que dejó a España a la altura de cualquier monarquía bananera en cuanto a protección de los derechos civiles, ha anunciado que tipificará como delito la exaltación del franquismo. Qué necesidad habrá de revitalizar con una inyección de censura ideologías momificadas que solo se manifiestan en cuatro tuits provocadores y media docena de sobremesas plomizas. No es lo que se espera de un gobierno progresista, desde luego, esta contribución a la infantilización de la sociedad por la vía de prohibir el pensamiento libre (sea o no de nuestro gusto) y su expresión (más o menos grosera). En este horizonte interminable de ofensas posibles, empieza a haber tantas cosas que no se pueden decir, de las que no se debe escribir, que cabría agradecer que el próximo consejo de ministras produzca un folio con los asuntos de los que se puede tener una opinión que no te lleve a la cárcel, al exilio o a una provisión de fondos para el abogado. Tortilla de patatas, con o sin cebolla; Papá Noel o los Reyes Magos; coche de gasolina, eléctrico o híbrido; playa o montaña; la alineación del Madrid y del Barça; estamos solos en la galaxia o acompañados. Yo opino que acompañados. Modestamente.