Hace pocos días leía en las redes -a mí no se me hubiera ocurrido- que una mujer decía haber prohibido a sus hijos varones salir de casa el 8 de marzo ante eventuales furias que la televisión alguna vez documenta. Obviamente era pitorreo, como decía el profesor de Derecho político Lucas Verdú del franquismo/fascismo, la risa es el peor enemigo que pueden encontrar los movimientos totalitarios al erosionar sus evangelios y menoscabar su sacralidad y (ultra) dramatismo. Asfixiantes, dicho sea de paso. Explicar lo de movimientos totalitarios resulta sencillo: son aquellos que deciden arrogarse la representación de la "totalidad" de un sector, clase, género, etnia, como absoluta homogeneidad, para que unos obsesivos compulsivos (de una sola tecla, repetida al infinito) puedan pastorearlos como sus verdaderos señores y señoras. De manera que en este caso, el 98% de mujeres quedaría subsumida y ellas, feministas, serían su voz y pensamiento. Esa fantasía de representación objetiva, (incompatible con la libertad) cada vez suscita mayor rechazo entre las propias mujeres, ya que millones de ellas no pueden compararse a estas activistas redentoras de la humanidad, en formación, méritos, experiencia, vida, mundo, libertad personal y pensamiento propio. Sacamos de esta consideración a la célebre Judith Butler y Queer, a Camille Paglia y Siri Hustvedt, a la antigua revista Vindicación feminista y a tantas y tantas no homologables con esta cuarta generación totalitaria, agresiva y policial (policía de pensamiento y expresión). En cualquier aspecto de la vida, la visión más pueril, enteca, parcial y elemental, al alcance de cualquiera, es siempre la ideologizada, que suple las carencias y desiertos de sus activistas (feministas, sindicalistas, animalistas etc.). Pero traspasada a la política profesional, porque no tienen más alternativas, es la infinitamente más recompensada. Se debe repasar las biografías de los parlamentarios y afiliados de los partidos de gobierno y comprobar los pelotazos que consigue la política de catapulta.

Tenemos la suerte de poder acceder al núcleo íntimo de ese feminismo gracias a su pulsión exhibicionista, y ver así el video de Irene Montero de la celebración de su cumpleaños con tarta con velas, ¡sorpresa?! y gran jolgorio con sus compañeras de gueto biográfico-ideológico, y ahora parte del desmesurado parque ministerial de enchufados, que resultó el remedo y evocación más perfecto de las divertidas guerras de pijamas/almohadas entre adolescentes de internado (películas: Marisol/Rocío Dúrcal). Luego, de nuevo, la mujer de Iglesias (macho hetero: exento), se encargó de exhibir al bebé rodeada de escoltas, ¡siempre cámaras! y cochazos Una apoteosis del marujeo al detalle, todo aberrantemente monjil y escolar. Pero no es la Preysler, ya le gustaría.