El campo español se queja de que se le paga poco por sus productos. Una pregunta muy sencilla: ¿Y por qué no venden más caro? Los agricultores han sido capaces de organizarse y presionar al gobierno, ¿pero no son capaces de coordinarse para poner sus producciones a un precio de venta que les permita tener más beneficios?. Difícil de entender.

Los consumidores queremos pagar lo mínimo posible. Los productores quieren cobrar lo máximo posible. Entre esas dos aspiraciones, perfectamente legítimas, se produce un complicado ajuste en donde interviene una cadena de valor que comercializa esas producciones desde que salen del campo hasta que llegan a nuestras manos. Ahora hay una bronca entre quienes producen y quienes comercializan. Pero la solución a esa pelea no puede ser que a los consumidores los deslomen con una nueva subida de precios, para que todo el mundo saque mayor tajada.

La agricultura y la ganadería española -como Europa- vive de la venta de sus productos y de las subvenciones de la Unión Europea. Pero los tiempos están cambiando. La Política Agrícola Común va a recortar las ayudas. Y a eso se le suman las producciones agrarias de terceros países, mucho más baratas que las europeas, que presionan permanentemente intentando vender cada vez más en un mercado cada vez menos protegido.

Es paradigmático el ejemplo del plátano de Canarias que tenía "reservado" el mercado peninsular y que ha estado subvencionado a la producción (0,40 céntimos de euro por kilogramo) y al transporte. Aún con estas dos muletas estamos estancados en unas ventas anuales que no superan las 400 mil toneladas. Mientras tanto, la banana americana, sin ningún tipo de subvención ha conquistado prácticamente la mitad del mercado peninsular. La pujanza de productos más baratos y de similar calidad es imparable.

Los agricultores quieren cobrar mejores precios por sus cultivos. Pero para que eso ocurra tiene que producirse algo esencial: que los consumidores estén dispuestos a pagar más y que no haya productos similares más baratos en el mercado.

La tensión que está provocando el lobby agrario es tal que algunos políticos han mostrado signos preocupantes de una muerte masiva de neuronas. El ministro de Agricultura Luis Planas, ha protestado contra las 'ventas a pérdidas' de las grandes cadenas de supermercados, diciendo incluso que se van a prohibir por ley. Lo que sería el primer paso para prohibir las rebajas, los outlets, las ventas de saldos o las liquidaciones de negocio, en el mundo del comercio general. O lo que es lo mismo, prohibir todas aquellas circunstancias excepcionales en las que los consumidores pueden adquirir a precios extraordinariamente bajos los bienes que necesitan.

Nadie, ni siquiera los ministros, está inmunizado contra la estupidez. Pero cualquier solución duradera que se quiera encontrar para los productores tiene que tener en cuenta a los consumidores. El cliente siempre tiene la razón. Y de nada vale querer vender un kilo de aguacates a 200 euros si nadie está dispuesto a comprarlo.