Sí, los mataron por decir la verdad. Fue por culpa de sus reportajes plasmados en papel y cinta. Da igual el color, sexo, ideología o raza. En casi todos los continentes el derecho a la información tiene un precio, tanto o más que los buscadores de oro en las minas del Congo o las ruedas de reconocimiento de un narco en México, Colombia o España. Ya se cifran, son números sin nombre que se amontonan en una lista como los caídos en la guerra. Pero ellos no tienen honores, solo un sueldo, exiguo, en ocasiones, pero lleno de romanticismo. En una charla en Las Palmas sobre la labor de informar en zona de conflicto, el periodista explicaba que son ya tantos los muertos cubriendo guerras que narrando los sucesos en países malditos para la información. Números, listas con nombres carentes de todo. Son ya 49 periodistas asesinados en 2019, 389 encarcelados, 49 secuestrados y ningún desaparecido en lo que va de 2019, según el Balance Anual de Reporteros Sin Fronteras (RSF) sobre las agresiones cometidas contra los periodistas en el mundo, que incluye a periodistas profesionales y no profesionales, así como a otros trabajadores de medios. Es estremecedor: un total de 31 profesionales fueron asesinados intencionadamente por su profesión (un 2% más que en 2018) y otros 18 fueron asesinados sobre el terreno sin ser blancos específicos, es decir, en el ejercicio de su profesión. Del total, 46 eran hombres (94%) y tres, mujeres (6%). Además, todos ellos eran periodistas locales, y 20 murieron en zona de conflicto (41%) y 29 en zonas de paz (59%). Tal y como explica RSF en su informe, por países, México y Siria se sitúan como los lugares "más mortíferos" para los periodistas con un total de 10 informadores en cada uno el pasado 2019, seguidos de Afganistán (5), Pakistán (4) y Somalia (3). Yemen presenta este año la mayor reducción de asesinatos, al pasar de 8 en 2018 a dos en lo que va de 2019. Se ha hablado mucho, y con razón, de la imposibilidad de trabajar, de los intereses empresariales, de los depredadores de la libertad de prensa y la censura, por supuesto, también de los sueldos casi indignos de los falsos autónomos. También del aumento del paro y la precariedad laboral, las dificultades de conciliación y la excesiva carga de trabajo de los que tienen la suerte de ejercer una de las profesiones más bonitas que existen. Se ha avanzado, pero queda tanto camino por recorrer que la coyuntura tampoco es que invite mucho al optimismo. ¿Deben las organizaciones y asociaciones de prensa cumplir realmente con su cometido de defender, vigilar y proteger la libertad de información y a sus profesionales? El papel de la mujer es otro de los vértices de cuestionamiento en el estado actual del periodismo. Sin olvidarnos que a día de hoy se cuentan cerca de 30 mujeres periodistas que permanecen en prisión en todo el mundo, algunas de ellas en condiciones inhumanas y víctimas de tortura, periodistas de diferentes medios continúan defendiendo sus derechos y la reivindicación de una prensa en la que las mujeres tengan el peso que merecen. El objetivo sigue siendo el mismo: la brecha salarial con la desigualdad entre hombres y mujeres,también presente en la profesión del periodismo, la necesidad de romper con la visión masculina de las informaciones, y, sobre todo, con el techo de cristal en la promoción interna de sus empresas. En España hemos dado un salto respecto a otros países, incluso de la Unión Europea, y disfrutamos de excelentes periodistas que han elevado de forma considerable la calidad del periodismo. Pero hay que ir a más, y en unos años jubilar un tema convertido en mantra. Progreso, tan importante y tan sencillo de pronunciar. Lucía Pineda Ubau (Nicaragua), Tran Thi Ngala (Vietnam), Sepideh Moradi, Avisha Jalaledin y Shima Entesari(Irán), Gulmira Imin (China), Eman al Nafjan (Arabia Saudí),Tal al Mallouhi (Siria), son algunos de los nombres que figuran en las listas de encarcelamiento por el delito de informar. No son famosas ni conocidas, pero su contribución por la libertad va más allá de cualquier futbolista o tertuliano estrella.