La señora Carmen Calvo, vicepresidenta primerísima del Gobierno, se reunió ayer con el coronelato socialista y les dijo que hay que insistir en las políticas sociales y que Venezuela no le interesa a nadie. Venezuela es solo munición vocinglera de las derechas de las Españas. Yo imagino que en Madrid, en Sevilla o en Valencia lo de Venezuela pueda verse como un curioso exotismo. Claro que aquí, en Canarias, es distinto. Miles de canarios hemos nacido en Venezuela. Decenas de miles de isleños emigraron a Venezuela y se instalaron ahí desde hace más de 300 años, y no únicamente en las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo pasado (consúltese el espléndido estudio Los canarios en la Venezuela colonial (1670-1810) del profesor Manuel Hernández González). Fundaron ciudades, roturaron campos, participaron en la gestión pública, tuvieron hijos y nietos. El recurso de presentar Venezuela como un mero recurso derogatorio del PP o Ciudadanos ya debería estar agotado. Sobre todo después de que el ministro de Transportes mantuviera esa reunión secreta y maloliente en Barajas con la vicepresidenta de Venezuela, que no podía tomar tierra en territorio de la UE. Sobre todo después del desfile vergonzoso y grotesco de las mentiras y fingimientos de José Luis Ábalos, que quizás no departió con la vicepresidenta como ministro sino como secretario de Organización del PSOE.

Se le antoja a uno que ese es un motivo más que suficiente para hablar de Venezuela. Otro podría ser, para sumar alguna que otra razón, la investigación abierta por la Audiencia Nacional a instancia de la Fiscalía Anticorrupción sobre Raúl Morodo, exembajador de España en Caracas designado por José Luis Rodríguez Zapatero. Morodo y su hijo -que fue detenido junto a otras tres personas el pasado año- podrían haber cobrado por informes ficticios a Petróleos de Venezuela SA -empresa estatal- varios millones de dólares. Y luego está, como razonable motivo de conversación sobre Venezuela, el propio Rodríguez Zapatero, que se ha convertido en uno de los principales valedores del régimen chavista en América y en Europa a través de una supuesta labor de mediación entre el madurismo y la oposición venezolana, aunque en realidad se dedica a exculpar las mayores tropelías del primero y a deslegitimar, cada vez menos sutilmente, a la segunda.

En definitiva, de lo que se habla no es de Venezuela como fantasma ideológico, sino de las relaciones entre el PSOE -y su Gobierno- con un régimen político corrupto hasta la médula que ha destrozado económicamenta el país, forzado al exilio a cientos de miles de venezolanos, encarcelado y torturado a cientos de disidentes y reducido a una macabra caricatura las libertades públicas. Eso es Maduro y así lo ha entendido la comunidad internacional. De eso, si nos lo permiten, vamos a seguir hablando los venezolanos en Venezuela, en España y donde sea menester para que esta interminable pesadilla, este vasto reino de indignidad y pesadumbre acabe más pronto que tarde. Muchos socialistas lo tienen muy claro. Ojalá lo que también parecía claro para Pedro Sánchez y sus ministros hace un año vuelva a estarlo ya mismo.