Los problemas complicados no tienen una solución sencilla. Y el de eso que se llama "movilidad", o sea cómo va uno de un sitio a otro, es de los más graves en las dos grandes islas. Tenemos un parque de vehículos asombroso: de hecho, si fuéramos un país seríamos el sexto del mundo en relación al número coches por cada mil habitantes: Y eso sin meter en la coctelera que nuestro territorio tiene apenas siete mil quinientos kilómetros cuadrados.

Pero eso no es fruto de la casualidad. Canarias cambió trenes por carreteras. El único sistema de transporte en las islas, para viajeros y mercancías, es el rodado. Y la jodienda no tiene enmienda. Mientras en territorio peninsular se ha puesto en marcha una exitosa política de comunicaciones a través de trenes de alta velocidad, de cercanías o tranvías y metros, en Canarias seguimos dale que te pego con el piche. Y pensamos que el incentivo para que la gente deje de hacer colas en los coches es que haga colas en las guaguas. Y va a ser que. no.

Los trenes y tranvías, cuando la energía eléctrica deviene de fuentes renovables, son muchísimo menos contaminantes que cualquier otro sistema de comunicación. Son seguros y fiables, no padecen atascos y tienen capacidad para mover un gran número de viajeros y mercancías. Sus infraestructuras son muy costosas y tardan tiempo en ejecutarse, pero una vez realizadas eliminan la tentación de ir creando vías y vías anejas, como ocurre con las carreteras.

Lo que hemos vivido hasta ahora, como incentivo de comunicación, son grandes obras de carreteras que cuando se acaban ya empiezan a ser insuficientes, porque las previsiones para las que se planificaron suele estar desbordada por la realidad. Los costos del combustible se han disparado gracias a los impuestos -más de la mitad del pvp de gasolinas y gasoil- pero a pesar de ello no se ha podido frenar el incremento de vehículos privados.

Luis Valbuena, el responsable de la lucha contra el cambio climático en las islas, ha dicho algo bastante razonable. Que la respuesta a los atascos consiste en impulsar el tren, el carril bus vao y las redes de transporte público urbano; dentro de las que, supongo, incluye la micromovilidad eléctrica que los alcaldes se están pasando por el arco del triunfo protegiendo los votos de los conductores de coches. Y tiene bastante razón.

El Estado no se puede seguir desentendiendo de la conectividad en las islas echándonos en el platillo la discutida limosna de un convenio de carreteras que, además, incumple cuando le sale de salva sea la parte. En península se han gastado miles y miles de millones en nuevos trenes, además de grandes autopistas troncales y vías de circunvalación en las aglomeraciones urbanas. Si no queremos seguir haciendo el primo y extendiendo un inacabable manto de piche, tenemos que plantarnos y exigir que el Estado -o lo que quede de él cuando Pedro Sánchez deje de jugar a las casitas con Cataluña- cumpla de una puñetera vez con los ciudadanos de Canarias.