Casimiro Curbelo no quiere que el silbo herreño sea declarado bien de interés cultural. No quiere, básicamente, porque considera que el silbo herreño no es otra cosa que una burda copia del silbo gomero: "no existe el silbo de El Hierro, lo que existe es silbo gomero que se imparte en el Hierro", sienta cátedra Curbelo. Y ya está.

En realidad, si existe o no existe silbo herreño -como casi todo en esta vida- es una cuestión de opiniones, unas más respetables o respetadas que otras: nuestro más prestigioso filólogo, Maximiano Trapero, por ejemplo, defiende que sí existe un silbo autónomo de la isla del meridiano, y su opinión sobre eso debe ser una opinión muy cualificada, porque Trapero es un sabio. De hecho, fue uno de los principales valedores de que el silbo gomero fuera declarado Patrimonio de la Humanidad. Y Trapero es sólo uno de los científicos y académicos que informaron el expediente de declaración del silbo herreño como bien de interés cultural. Su criterio se me antoja perfectamente neutral, aunque a Curbelo -que no tiene por qué ser neutral- le parezca que discutir la primogenitura gomera del silbo es peor que mentar a la madre.

La cosa es que desde que Curbelo es más importante que nunca -lo lleva siendo desde que descubrió que instalado en el insularismo la política puede ser muy rentable- y nadie le tose, ni le chista, ni le silba. Y menos ahora, cuando los tres votos gomeros en el Parlamento son imprescindibles para que el pacto de las flores se sostenga. Es verdad que a Curbelo el Gobierno actual le tiene un poco decepcionado, porque ni se están cumpliendo los compromisos contraídos con él y con La Gomera en el apéndice secreto del pacto de las flores (muy secreto no era: fue publicado por este periódico el mismo día que se acordó), ni mucho menos llegan los cuartos prometidos. Pero Curbelo es un 'hombre tranquilo', muy al estilo fordiano: como buen gomero, puede aguantar casi cualquier incumplimiento o desprecio, porque está genéticamente acostumbrado a eso. Excepto que le toquen el silbo. El silbo es al alma de La Gomera lo que la quesadilla al alma de El Hierro. Nadie se ha atrevido a discutir la exclusividad herreña de la quesadilla.

Pero ocurre que un expediente es un expediente, y el de declaración de bien de interés cultural del silbo herreño, presentado por el Cabildo, fue incorporando todos los informes positivos -los de las instituciones solicitantes, los de las dos universidades canarias?- y había que darle curso. Conscientes del efecto devastador que podía tener en la estabilidad gubernamental honrar al silbo herreño, independizándolo de su consideración criolla, los partidos de la oposición al pacto de las flores, al que este asunto se las había traído absolutamente al fresco, comenzaron a presionar para urgir la declaración y provocar fisuras al pacto, cayendo incluso en la contradicción. El PP, por ejemplo, se lo tomo a guasa en 2017 y ahora mata por un silbido bimbache.

Pero el nuestro es un Gobierno con recursos? como no podían evitar que el expediente prosperara, decidieron retrasarlo hasta que caducó, junto a otro centenar largo de expedientes, lo que demuestra la eficiencia de nuestra administración presente y pasada en materia de cultura. Ahora Curbelo está feliz, los herreños furiosos y el Gobierno progresista no sabe/no contesta. Hasta que el Cabildo herreño reinicie el expediente. ¿Lo hará? Se admiten apuestas, pero en esta legislatura lo del silbo ya no sale.