De todos nuestros gobernantes canarios, el que parece menos despistado es Román Rodríguez. Mientras muchos se quedan flotando en los meandros del discurso, el vicepresidente y consejero de Hacienda sabe que sin perras disponibles las flores del pacto corren peligro de marchitarse velozmente. Tal vez por eso todas sus puntadas tienen un hilo conductor: Canarias necesita una financiación que depende de Madrid.

Algunos ven en ese postulado una seria advertencia al PSOE de que el apoyo de Nueva Canarias al pacto de gobierno en las islas es eterno, pero no incondicional. E incluso sugieren que Rodríguez tiene un "plan b" para, si las cosas van mal dadas, salirse de un gobierno indigente en el que no tendría sentido estar para estallarse como una pita. Sea como fuere -incluso en esas lecturas perversas- no hace falta saber lo que piensa para verle sentido a lo que dice.

El Sistema de Financiación Autonómica firmado en el 2009, que maltrata a Canarias, caducó en 2014. Y no ha sido posible pactar un nuevo reparto. Mucho menos ahora, que el Estado está sacudido por la fuerza centrífuga de territorios como Cataluña, que pretende reconvertir el punch soberanista fracasado en un cuponazo fiscal similar al del País Vasco. O sea, disponer de más recursos de los que se generan en su comunidad, aportando menos a la caja común del Estado.

En ese contexto, al Gobierno central se le pone muy cuesta arriba buscar la financiación que necesitan los territorios menos favorecidos, como Extremadura, Andalucía o Canarias. La subida del sueldo de los funcionarios y pensionistas supondrá casi cinco mil millones más en una cuenta que llega, en ambos conceptos, al cuarto de billón de euros de gasto. Y además tiene que hacer un ajuste por los ingresos fiscales no devengados el año pasado (casi nueve mil millones) más los recortes que le pide Bruselas para este ejercicio. O sea, que no está el horno para muchos bollos.

Román Rodríguez ha dicho que los ingresos propios de las islas -el bloque de impuestos canarios del REF- no deben computar a la hora de calcular la financiación del archipiélago. Eso parece una obviedad. Pero igual no lo es tanto. Porque parece que Rodríguez está poniéndose la venda antes de la herida. Como si "alguien" en Madrid manejara la hipótesis de incluir los ingresos de los fueros fiscales de las islas en la cuenta de la pata de la financiación. Parece descabellado, pero no sería la primera vez que el centralismo confunde la especialidad con los privilegios. Y ahora, acuciado por la falta de perras, la tentación puede ser insoportable.

Los responsables de la Hacienda estatal siguen el manual: si quieres que algo se retrase, anuncia una comisión de estudio. Es lo que han hecho para "analizar" la financiación de las islas y el improbable uso del superávit presupuestario. La realidad es que el Gobierno español está metido de hoz y coz en la imperiosa necesidad de un ajuste tremebundo que alguien tendrá que pagar. Y me huele que nosotros tenemos muchos boletos.