Pareciera que tanto ultra seguido tendría que precipitar y resumirse en Ultraísmo, y así venirnos a la memoria aquella corriente y de su mano, Rafael Cansinos Assens, Jorge Luis Borges y Guillermo de la Torre, o sea literatura de verdad. No propaganda de combate con la furia desatada del eslogan. Pero no parece que sean ese tipo de asociaciones las que obnubilen a nuestra izquierda de gobierno y "de progreso" (en desempleo, como era infalible, ya es constatable). Hay un claro avance semántico, que no revolucionará la ciencia política, y es el paso de derecha extrema investigada por Zapatero a la Ultra ultraderecha, otra tesis también registrada por Sánchez, para que luego se diga que la izquierda española no parió un solo teórico. El campo de debate político español, si existe como tal, está totalmente deformado, la izquierda posmoderna y chavista ha creado una neolengua (orwelliana) hostil a una sintaxis que se articule en lo real.

La comunicación solo es posible si se basa en un conjunto de signos convencionales que signifiquen para todos lo mismo, que permitan intercambios y la crítica racional con la posibilidad de la argumentación. Desde el poder, con alumbramientos como ultra ultraderecha, se trata de execrar al conjunto de la derecha y sacarla simbólicamente del sistema democrático (sean el Pacto del Tinell, cordones sanitarios o, ahora, llamados desde el mismo gobierno a combatirla). La izquierda es la gran apuesta por lo simple, la idea perfecta capaz de ahogar (mentalmente) cualquier complejidad. Es tal su pobreza cognitiva que no saben o quieren distinguir entre derecha nacionalista y xenófoba (la no catalana y vasca), liberal conservadora y liberal progresista. El liberalismo ha sido la ideología cuyo rechazo en España ha uncido a los liberticidas marxistas y fascistas, acordémonos de Chaves Nogales, tan luminosamente reeditado.

La potencia intelectual de nuestra izquierda también ha creado una voz de insultante ingenio y academia: ¡trifachito!; y una instantánea de la infamia de anclaje mitológico: ¡la foto de Colón! La izquierda apuesta por las emociones y los significantes inicuos que las excitan y catalizan funcionalmente. La infamación, estigmatización, execración tapan por completo la política como racionalidad comunicativa. Lo que mantiene la tensión que Zapatero principió y alentó, y de cuya conveniencia confesó a Gabilondo en televisión, invertida como crispación ajena. Lo que logra extirpar la razón y el debate lógico cognitivo y moral adulterando léxico y gramática. La otra gran baza de la neolengua es la que se asiente en la mentira sistemática, en la veleidad de los enunciados y conceptos, con su nulo valor: la demolición del mismo lenguaje.