Lo llaman flema británica cuando en realidad no difiere mucho de un sentimiento de chulería que les hace permanecer impasivos ante las situaciones más abominables. Esa es una de las razones por las que no pestañean al ver a un activista atravesando en pelota picada Saint James Park. Una coraza que aprendimos a partir del orgullo cómico que exportaron a través de las parodias de Los Roper o Benny Hill o el patriotismo inquebrantable de James Bond para evitar que los malos mandaran el mundo a hacer puñetas... El Reino Unido abandona la UE. En realidad, eso ocurrió hace tiempo -las especificidades que impusieron en el nacimiento de la Europa sin fronteras fueron el preludio de un final violento- y no lo hemos querido asumir hasta el último "goodbye". El brexit es el resultado de la fusión de las abreviaturas de britain (británico) + exit (salida).

Lo inmediato, lo que tiene que suceder este 1 de febrero, no parece que vaya a condicionar demasiado las cuentas de la Europa continental que viaja en primera clase. Los riesgos aún no están medidos pero, sinceramente, siempre me quedé con la duda de no saber responder a una cuestión elemental: ¿La todopoderosa Gran Bretaña no debió ser algo más solidaria cuando el euro estuvo al borde la muerte? Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, quiere un divorcio sin acuerdo; una ruptura por las bravas. Un adiós sin armonía, sin acatar órdenes, sin presencia en el mercado único y en la unión aduanera... Esos son sus planes a corto plazo. Ya se fueron, pero el brexit continúa igual de vivo que José Luis Rodríguez El Puma, al que ya han matado en numerosas ocasiones y, sin embargo, no termina de estirar la pata. ¡Queda mucha tela por cortar!