La culpa la tiene la manía de poner superlativos a todo, costumbre heredada de la propaganda, las mentiras de los pescadores de caña y los chismes sobre lances amorosos. Así, el Gobierno de Canarias lleva dos cumbres anunciadas en un mes, y la verdad es que más que cumbres parecen vulgares colinas: la primera, prevista para un par de días después de la investidura de Sánchez iba a ser una cumbre intergubernamental al más alto nivel, para abordar la inmigración irregular a Canarias. La cumbre se suspendió sine díe, sin anuncio previo ni explicación alguna, pero sí se produjo en esos días una reunión de técnicos del Ministerio de Interior, en la que no participó responsable alguno del Gobierno de Canarias, y en la que funcionarios de las áreas de seguridad, emigración y de los servicios jurídicos del Ministerio hablaron de cómo modificar el régimen de funcionamiento de los Centros de Internamiento, cambiarlos de nombre (la obsesión por la neolengua) y dejarlos como centros abiertos. Ante el chasco por la inasistencia canaria a la no-cumbre, el ministro Grande-Marlaska telefoneó a Ángel Víctor Torres para anunciarle que visitaría Canarias antes de fin de mes, para reunirse con él y escuchar de primera mano las cuitas canarias por la presunta desatención de Madrid a los problemas de la inmigración irregular. Y ayer era el día anunciado para la visita, pero el ministro anuló sorpresivamente y sin explicación alguna el viaje anunciado, que incluía una reunión con el presidente Torres, para tratar de los asuntos que debería haberse discutido en la cumbre frustrada del 8 de enero. Nadie ha explicado por qué no vino ayer el ministro, sólo que el encuentro con Torres y las demás reuniones previstas en Gran Canaria se dejan para más adelante -"las próximas semanas", se ha dicho informalmente- sin que se haya anunciado o comprometido fecha para que venga el ministro.

Llueve sobre mojado: porque el miércoles se celebró otra cumbre que quedó también un pelín coja. Fue una reunión organizada por Torres para tratar los problemas de conectividad de los territorios 'extrapeninsulares': Canarias y Baleares y las ciudades de Ceuta y Melilla. Asistieron la presidenta de Baleares, el presidente de Canarias -el anfitrión-, el de la Ceuta, y el responsable de transportes de Melilla. Quien no asistió, a pesar de estar invitado y esperársele, fue el ministro Ábalos, que debe ser que últimamente le ha cogido cierta tirria a lo de meterse en aviones de once varas. A pesar de su ausencia, la cumbrecita del transporte salió bastante coqueta, y los territorios 'extrapeninsulares' (otro palabro en neolengua) escribieron una estupenda carta a los reyes magos, en la que se incluyen regalos como que los automóviles también sean cubiertos por el descuento del 75 por ciento a los residentes, que la subvención cubra la totalidad del coste de los trayectos desde el punto de origen al de destino (no se aclara si sólo avión y tren o también los taxis o coches de alquiler) y alguna ocurrencia un poco tontaina, como eso de que la declaración de residencia se incorpore al final del proceso de búsqueda de billete y no al principio, a ver si así se engaña al algoritmo y el billete sale más barato. La verdad es que al algoritmo ni lo engaña ni lo controla nadie, y ese es el verdadero problema. Ese y que los ministros parece que le están cogiendo yuyu a desplazarse a Canarias, deben pensar que si no eres residente sale muy caro. A lo mejor si el descuento se aplicara a todos los viajeros, y no sólo a los de aquí, vienen más. Es una idea.

Creo que la mejor etiqueta conceptual del movimiento independentista catalán que impulsó el procesismo -que, como recuerda Guillem Martínez, es una maquinaria publicitaria y simbólica cuyo principal objetivo es su continuidad indefinida y no precisamente la construcción de un Estado- es muy antigua, formal y conocida: son unos patriotas. Unos pedazos de patriotas. He aquí que la derecha catalanista contemporánea -cuyo fundador es un ladrón y el patriarca de una familia de ladrones- ve implosionar su partido por una corrupción insaciable y se transforma en independentista -llevaba preparando el terreno cultural y académico hace años- para no ser desalojada del poder. Oriol Junqueras descubre que a veces Dios -o Wifredo El Pilós- escribe con renglones torcidos: por fin el timorato catalanismo se atreve a desafiar el autonomismo, por las razones que sea, qué más da, y hay que aprovecharlo.

Por último, un grupito plataformero, la CUP, mosaico de partidetes y activistas revolucionarios fin de semana, se suma a la jarana: irán con la burguesía hasta la independencia, pero a partir de ese punto la combatirán a muerte para implantar desde Manresa una sociedad sin clases. Descontando unas raíces históricas y políticas objetivas el independentismo procesista se explicaba porque ofrecía el horizonte de una salida a la crisis económica, los recortes y la pérdida de cohesión social.

Todo mejoraría sustancialmente con la independencia y un Estado propio, lo que, por cierto, es un recurso estupendo para seguir recortando presupuestos sociales y derechos ciudadanos hasta que llegue el Estado propio.

Exconvergentes y republicanos jugaron a insubordinarse frente al Estado y conculcaron la Constitución, el Estatuto de Autonomía e incluso la normativa que aprobó el Parlament para desconectar con el Estado español. Recuerdo que en una película cateta de los años setenta -el poslandismo- un desgraciado se disculpa al ser sorprendida por su esposa en un prostíbulo: "¡Paca, que fue la puntita, solo la puntita!". Después, en el juicio, los que no pudieron o quisieron huir al extranjero argumentaron algo parecido ante el tribunal. Si no hicieron nada. Atender la puntita del pueblo, pero solo la puntita, para introducirla en urnas de juguete. ¿Y por eso años de cárcel e inhabilitación? Esto confirma que España es una dictadura, porque en Alemania, Reino Unido o Francia te dejan anunciar la independencia y convocar referéndums ilegales todos los martes y jueves, y los domingos, alternativamente.

Ahora dirige la Generalitat -en fin- un presidente inhabilitado y ninguneado por sus socios de gobierno que anuncia que habrá elecciones anticipadas en Cataluña pero después de que le aprueben los presupuestos mientras Pedro Sánchez dice que se pospone la comisión intergubernamental entre Madrid y Barcelona para desdecirse cuatro horas después, Gabriel Rufián pasa la tarde en La Moncloa, Iceta sonríe, se preparan (o no) las reformas del Código Penal.

Definitivamente la política ha acabado y nos quedan una infinidad de contingencias de las que nadie se hace responsable y es imposible informar cabalmente. Al igual que en el trabajo o en el universo sentimental ya no se trata de construir proyectos responsables y consensuales, sino de sobrevivir seis meses más hasta el siguiente curro, la siguiente pareja, las siguientes elecciones donde se elige patria, o progresismo o España entera y verdadera, grande y libre.