A partir del 20 de enero, día de San Sebastián, en el barrio de su nombre -La Canela para más y mejores señas- según la disposición y generosidad de los vecinos, se sucedían las novenas que llegaron a empatar con los Carnavales, siempre en plural. El soldado romano -calificado por Marangoni como el primer desnudo en la plástica cristiana- tuvo amplio y aseado templo en la capital palmera desde el siglo XVI, y con constancia documental continuada desde 1635.

Me escribe un viejo amigo, vecino de pared con pared y me pide -en la general y errada idea de la influencia de los plumillas sobre los políticos- que reclame con energía el efectivo y simbólico patrocinio que el gobierno insular tuvo sobre la devoción y el templo durante el Antiguo Régimen. No le faltan argumentos históricos en cuanto, en 1650, el Cabildo y Regimiento comprometió su concurso y presencia plenaria por su protección sobre la epidemia de peste que enlutó a Canarias y no causó graves daños en la isla; y, todavía después, en 1851, con las municipalidades creadas por las Cortes liberales, cuando fue trasladada la imagen del protomártir a la Parroquia principal en rogativa para aliviar e1 brote de cólera desatado en Gran Canaria.

En cuanto a los valores artísticos, la iglesia es uno de los primeros patrones de las ermitas palmeras -con balcón y espadaña sobre la puerta principal- y con todos los elementos que acreditan su rango: amplio presbiterio con bóveda decorada por Ubaldo Bordanova, amplio coro para las cultos cantados, púlpito, sacristía y accesorias para el almacén y despejo de los adornos puntuales. En una colección de tesoros más que notables figuran, en primer plano, las esculturas flamencas del centurión romano y Santa Catalina de Alejandría; un bajorrelieve de San Ildefonso de Antonio de Orbarán, representante eximio del arte novohispano en Canarias; cuadros de la saga de los Silva, máximos representantes del barroco àlmero e, incluso, un busto de un Ecce Homo del inolvidable Señor Días, que encarnó el catolicismo necesario del siglo XIX y el compromiso común con las libertades. Por su historia y para su futuro, la declaración de Bien de Interés Cultural para la ermita de San Sebastián ya tarda y eso, en principio y final, es una deuda de las instituciones local e insular.