embajador de españa

Ortega y Gasset decía que el hombre no es naturaleza sino historia y biografía porque es producto de su devenir, de lo que llamaba "su circunstancia", y en eso me hizo pensar la película "Los dos papas" del brasileño Fernando Meirelles, con una asombrosa interpretación a cargo de Anthony Hopkins y Jonathan Price, al margen de la distancia que hay entre la película y la realidad al re?ejar en blanco y negro la personalidad de ambos papas y la misma forma en que se produjo la sucesión, obra de un cónclave y no de un acuerdo entre ambos.

Viene esto a cuento de la polémica que se ha suscitado en torno a la publicación de un libro por el cardenal Robert Sarah, conocido por su talante conservador en el mundo vaticano donde hay que serlo mucho para destacar como tal. El libro recoge un texto de Benedicto XVI, papa emérito, donde se mani?esta a favor de mantener el celibato sacerdotal "porque no es posible consumar ambas vocaciones (se re?ere a la sacerdotal y al matrimonio) de forma simultánea". El cardenal Sarah ha ido más lejos y considera que no respetarlo es un "insulto a Dios". Nada menos. Tras la ?ltración, Ratzinger se ha apresurado a retirar su autorización para publicarlo... cuando el escándalo ya era público.

La polémica ha estallado por dos razones. La primera es que Benedicto XVI se comprometió a "permanecer oculto del mundo" tras su abdicación. Es el primer papa que ha dimitido en 600 años desde que lo hiciera Gregorio XII en 1415 durante el Cisma de Occidente. De talante tímido, se encuentra más a gusto entre libros o disfrutando de una conversación reposada en contraste con el gusto por la escenografía de multitudes en la que brillaba el extrovertido Juan Pablo II, y en consecuencia no ha sido un papa popular. Luego las peleas en la Curia y los escándalos ?nancieros, de corrupción (Vaticanleaks) y de pederastia que le acosaron fueron probablemente demasiado para él, que en 2013 tiró la toalla y sorprendió al mundo con una dimisión que nadie esperaba. Pero debía estas callado.

La segunda razón del escándalo es porque este libro aparece cuando su sucesor, Francisco, está considerando permitir de forma excepcional que hombres casados puedan acceder al sacerdocio para paliar la carencia de curas en amplias zonas de la Amazonía, en el marco de un proceso descentralizador propio de quien llega de la periferia: "fueron a buscar al papa al ?n del mundo", dijo al saludar a la multitud tras su elección. Francisco viene de Argentina y representa una nueva sensibilidad tercermundista que sintetiza en su doctrina de las tres T (techo, tierra y trabajo) y simboliza en su comportamiento personal alejado del lujo vaticano o cercano con los inmigrantes.

El asunto de la ordenación sacerdotal de hombres casados, propuesta por un Sínodo de obispos de la Amazonía en octubre pasado, no está aún tomada y si se hace se circunscribirá por ahora a esa región, pero podría invocarse como un precedente y todo eso ha bastado para enardecer a los guardianes de las esencias, tanto dentro como fuera del Vaticano, que se oponen a la modernidad iniciada por Juan XXIII en el Concilio Vaticano II y enfriada luego por Juan Pablo II y el propio Benedicto. En realidad, como tantas otras cosas, el celibato no lo impuso Cristo sino la Iglesia en los Concilios de Letrán I (1123) y II (1139) y en consecuencia ha pasado más años sin él que con él.

El panorama se complica aún más con el dé?cit de sacerdotes en otros lugares como la misma Europa y con la intervención en el debate del Movimiento de Sacerdotes Casados, según el cual habría unos 8000 que estarían dispuestos a volver a ejercer el ministerio sacerdotal si les permitieran seguir casados. Porque si lo que faltan es curas se podría suscitar otro debate que es el del 50% de la población mundial que sigue marginada de las tareas eclesiales más importantes desde tiempos remotos cuando se dudaba si la mujer tenía alma, algo que solo zanjó san Agustín en el siglo V. Ahora estamos en el XXI y Francisco lo sabe, aunque a algunos les cueste aceptar que esa es también su "circunstancia" en el sentido orteguiano del término.