Dolores tenía 32 años en 1986. No fue un crimen machista sino una "ejecución". Su nombre de guerra era Yoyes y había sido una histórica militante de ETA que se había retirado de la banda. Vivía en su pueblo, con la familia, y estaba de paseo en las fiestas de la localidad cuando se encontró con José Antonio López Ruiz, alias Kubati.

Los terroristas ni perdonan ni olvidan. Para ellos no existe el abandono de la causa ni la reinserción social. Por eso cuando Dolores decidió dedicarse a su hijo, cuando pensó que tanto asesinato no conducía a ninguna parte, la consideraron una traidora. Eso ponían las pintadas que empezaron a insultarla y "señalarla" en su propia localidad. Las que hacían esos jóvenes terroristas de baja intensidad que se encargaban de la fontanería de los gudaris. Tareas menores como ensuciar una pared con insultos y poner una diana en el pecho de una mujer.

Kubati no la conocía físicamente. Por eso se dirigió a ella y le preguntó si era Yoyes. Cuando le dijo que sí, sacó una pistola, le dijo que había venido a ejecutarla y le descerrajó dos tiros a bocajarro delante de su hijo y otro más en la cabeza, cuando ya estaba en el suelo. Akaitz, un niño de poco más de tres años, hoy bioquímico en Estados Unidos, solo pudo gritar. Pocos días más tardes se celebraba un pleno para condenar el asesinato. Herri Batasuna, el homo antecessor de Bildu, naturalmente, se negó a hacerlo.

En 1985, un año antes, Yoyes había escrito en sus anotaciones personales -que muchos años más tarde verían la luz- "¿cómo voy a apoyar a una Herri Batasuna convertida en payaso de un militarismo de corte fascista? ¿Cómo me voy a identificar con dirigentes que lo único que saben hacer es aplaudir los atentados de ETA y pedir más muertos?". Qué palabras delatoras. Ese pensamiento la asesinó.

Kubati fue detenido en 1987 y condenado a 1.210 años de prisión por todos sus crímenes. Desde la cárcel prosiguió dignificando la tarea del terrorismo, animando a la banda a volar cuarteles y señalando posibles víctimas. Una grandiosa manifestación de la vocación de reinserción del sistema penal español. Mil doscientos años es mucho tiempo por asesinar a 13 personas (y otras 16 tentativas que no pudo lograr). Por eso le soltaron en 2013. Hagan cuentas. Veintiséis años divididos entre trece tumbas salen a dos años por cadáver. Un chollo. Podría pensarse que España ha sido un black friday judicial para el terrorismo independentista.

Kubati ha vuelto a ser detenido por hacer homenajes a los etarras que salen de las prisiones. Por las calles de España caminan hoy libremente muchos sepultureros. Y en nuestros cementerios yacen mil y pico nombres que habrían tenido una vida como la de todos los demás, llenas de problemas y esperanzas. Una vida que no tuvieron. El patriotismo, que hoy vuelve a reverdecer, los mató. Debe ser la vejez, pero hay cosas que ya no puedo digerir.