El Gobierno ha subido un dos por ciento el sueldo a los funcionarios. Por tercer año consecutivo ganarán poder adquisitivo. La medida beneficia a casi tres millones de personas, que están detrás de la ventanilla haciéndote la papela. U operando en un quirófano, patrullando la ciudad, educando a los chaveas o aposentando sus reales en una subsecretaría de un Ministerio. Yo me alegro mucho de la subida. No solo por tener a una funcionaria de diligente carácter en casa, para algo extra nos dará la subidita. También porque una columna a favor de los funcionarios siempre es muy leída y comentada y compartida. Le agranda a uno la fama. Mira, mira lo que ha escrito Lomalópez, así todo junto, de los funcionarios. La aspiración de un columnista ha de ser que lo lean. Ya luego, lo de que le suban el sueldo un dos por ciento es de esas empresas futiles en las que uno se empeña, como si fuera necesario merendar todos los días. González Ruano decía que había que escribir un artículo para comer. Y ya luego, otro para poder beber. "Estar escrito es lo mejor del mundo", decía también Ruano. Lo diría en el Gijón a las ocho de la tarde, luego de despachar siete cafés y otras tantas columnas para periódicos de Madrid o provincias. Ahora hay tontos que no lo leen, a Ruano, porque opinan que fue un canalla. Si solo leyéramos a escritores, columnistas, periodistas, que llevan una vida monacal nada más que leeríamos ñoñerías. O no leeríamos a nadie.

Pero lo que yo quería insinuar en esta columna, funcionarial y ruanesca, es que podría haber un cuerpo nacional de columnistas pagados por el Estado. Y que les subieran el dos por ciento el sueldo de vez en cuando. Para no infundir sospechas, ni infundios, tendrían prohibido escribir de política. De ángeles, nubes, psicofármacos beneficiosos para el riñón o los espetos, sí. O de las flores del campo o del aroma de la madreselva. Eso sí, habría que regular ciertos temas. A ver, no puede ser que ahora, estos días, con la lluvia esté todo el mundo adulando el olor de la tierra mojada. No. Basta. Yo prefiero el olor a whisky un sábado por la noche, el de la buena colonia o el olor a tocino de cielo recién cocinado después de un solomillo con patatas. Muy hecho, por favor. Pero qué se le va a hacer. Bueno, una columna. Una columna se le puede hacer.