En la semana que está a punto de fallecer ha sido actualidad, entre otras noticias, una panda de ositos borrachos que ha desencadenado una de esas batallas a lo David vs. Goliat que de vez en cuando se dan en el enmarañado universo económico. También ocupó un generoso espacio informativo el relleno de los oseznos de una prestigiosa marca de joyería. Y es que después de desbloquear momentáneamente la vida política que gira alrededor del Congreso, y a la espera de lo que suceda con la designación de Dolores Delgado como fiscal general del Estado, el pulso periodístico del país nos ha sorprendido con estos extraños latidos. En la trastienda de esta curiosa rebelión de úrsidos se divisa la amenaza de un gigante del golosineo que se ha mosqueado por la comercialización en un local de Getxo (Vizcaya) de unas gominolas con forma de panda que contienen por cabeza 15 grados de alcohol, es decir, el equivalente a una copa bien cargadita. Las "chuches" ebrias no dejan de ser un mal ejemplo para una empresa que tiene en los menores a su clientela más leal: los animalitos se parecen como un huevo a una castaña, pero mentiría si dijera que la presencia de un oso no se reconoce a simple vista. La segunda reseña, la vinculada con el sospechoso contenido de unas joyas que se venden con un revestimiento de plata de ley, ya está en fase judicial a la espera de calibrar el verdadero calado de una presunta estafa. Así funciona esto. Cuando la tensión mediática desaparece puede ocurrir cualquier cosa: o te encuentras unos ositos con una cogorza "nadando" en un gintonic, o descubres que te han dado gato por libre... Ositos, por partida doble en vísperas del Año Nuevo chino; el año de la rata.