El progresismo de cuando yo era izquierdista y del que se reclaman los actuales progresistas ("de progreso") no tienen nada que ver, como tampoco con la idea de progreso que sigo teniendo: relación de medios y fines que posibilitan no un progreso meramente nominalista y propagandístico, sino objetivo y mensurable. El haber profesado el marxismo dejó en mí una huella indeleble: el progreso solo puede tener relación al menos con el desarrollo de las fuerzas productivas, palanca para el bienestar general. Lo demás, pamplinas.

Compuesto un gobierno de progreso y aventuras, uno echa en falta que no haya una sola mención, dado el lastre del paro que grava la economía española, no ya al pleno empleo (o pensiones), sino a la creación de un millón de puestos de trabajo, de medio o al menos de un "ya se verá". Pues nada, que yo sepa nadie lo echa en falta. Inconscientemente todos intuimos que la coalición de progreso no va de eso. Incluso que no tiene nada que ver. Bueno, tienen un remedio milagroso: derogar la reforma laboral, que hará manar prosperidad como en el bíblico lago Tiberíades los panes y los peces. En arrebatada consonancia con algo tan radical, desentenderse de las condiciones objetivas de progreso, está la extendida presunción y su no impugnación, de que las fuerzas "de progreso" dejarán la economía como poco hecha unos zorros. La derecha, independientes y expertos lo han demostrado sobre una base histórico-empírica irreprochable. Algo que explican racionalmente desde dentro y con las condiciones/leyes propias de la economía. Tanto el embate racional, técnico y científico que no cabe otra que hacerse los locos. No proponen ni debaten, inventan. Cuando se dice que son los tuits el único pensamiento actual, no se hace justicia a nuestro sedicentes progresistas, que han logrado comprimir los tuits a meros significantes de lo más aberrante, indecente, ominoso, incluidos recortes y austeridad, que siendo magnitudes cuantitativas, sobre las que cabría jerarquizar, debatir y proponer soluciones, las convierten en (inicuas) imposibilidades metafísicas como la resurrección de la carne, que tanto angustió a Unamuno. Borrada la esfera económica social apuestan por los derechos civiles amasados ideológicamente por activistas proféticos. Mustias las condiciones para cambiar la sociedad, pretenden cambiarnos a los individuos, de una vez para siempre virtuosos. Ya era hora.

Carentes de objetivos, programas, reformas, modelos de contenido económico y social siquiera decorativos, colman ese vacío tramando acontecimientos cosmogónicos con un nuevo Prometeo que van a crear y modelar: pulcro feminista, angustiado ecologista, indecente machista, culpable heteropatriarcal, infeliz heterosexual pero fogoso antifranquista que hay que higienizar y disciplinar.