Allá por 1975, un empresario italiano, dueño de una empresa familiar -que hoy se ha convertido en una gran firma internacional- visitó Tenerife y se enamoró de la isla y concretamente de una gran finca en Arico. Con esa mirada que tienen los soñadores, vio allí un gran complejo turístico y un campo de golf. Compró los terrenos, pero el proyecto se fue durmiendo en los meandros de nuestra administración, cuyo logotipo debiera ser un caracol.

Muchos años después, los descendientes de Alberto Giacomini retomaron su viejo sueño. Y emprendieron su propio viaje por los vericuetos de un país donde todo el mundo está siempre dispuesto a ponerte un palo en la rueda de la bicicleta. Como los tiempos habían cambiado, pensaron que el proyecto también debía hacerlo. En vez de colmatar el millón setecientos mil metros cuadrados, decidieron restaurar la naturaleza y crear un parque ambiental. Plantearon la realización de cuatro hoteles de cinco estrellas gran lujo metidos tierra adentro, alejándose quinientos metros de la costa, la construcción de un gran paseo peatonal, un jardín botánico y una zona de tabaibales que recuperase la degradación en que se encuentra esa zona del Porís, llena de edificios derruidos y que ha sido hasta ahora zona de campistas, de extracción de tierra, de maniobras militares y otras divertidas actividades que han convertido el paisaje en un vertedero.

Ese proyecto, sostenible, autosuficiente energéticamente y con las máximas calificaciones medioambientales, lleva años durmiendo el sueño injusto de todas las grandes inversiones que se proponen en esta isla. El Ayuntamiento de Arico lo ha aprobado. Y el Cabildo de Tenerife. Y anda perdido ahora por las mesas del Gobierno, porque todo aquí es un sin vivir y un peloteo de mesa en mesa, de mandarín en mandarín, de ocurrencia en ocurrencia. Mil quinientos puestos de trabajo y trescientos millones de inversión colgando de la brocha.

Algunos melancólicos, en esta isla, piensan que ahora los políticos de Las Palmas tienen el protagonismo del poder en Canarias. Y que los de esta isla han sido desplazados y arrinconados. En la prensa de hace unos días se publicó que Gran Canaria ampliará su oferta alojativa con dos nuevos hoteles en San Bartolomé de Tirajana, de la cadena Seaside Hotels. En la de esta isla se publicará, en meses venideros, la firme oposición de grupos medioambientalistas a que se construya en ese paisaje postapocalíptico que es hoy esa zona degradada de El Porís. Ni una cama más, ni un empleo más, ni un proyecto más... en Tenerife.

Parece bastante claro que Gran Canaria no nos está ganando por goleada -en puertos, crecimiento y desarrollo- porque nos meta goles, sino porque nos los marcamos nosotros solitos en propia puerta. El grupo italiano, que ayer ofreció una rueda de prensa para contar su proyecto y su vía crucis particular en Atascolandia, no ha caído en la cuenta de que por mucho que se esfuercen por construir un nuevo modelo sostenible de turismo, aquí estamos a otra cosa. Aquí estamos por el no a todo.