La sociedad es una red de relaciones que, como toda red de relaciones, es conflictiva. El conflicto no es el problema. El problema está en la incapacidad para solucionarlo. Ni en el ámbito personal, familiar, laboral ni social, faltan conflictos. Son inherentes, porque somos diferentes y las diferencias exigen adaptación. El problema es no querer superarlo empujados por una falta de inteligencia seria. Pasa como pasa con las crisis a nivel psicológico. La maduración personal se edifica desde la superación de las crisis que la existencia produce por motivos biológicos o biográficos.

¿Se puede educar esta capacidad? No solo se puede, sino que se debe. El manejo del conflicto es tan importante que se convierte en criterio de maduración. La capacidad de reconocer el límite, de incorporar el fracaso, de acoger lo diferente, de aceptar la contradicción... Porque la caprichosa actitud infantil de revelarnos ante lo que no funciona como esperábamos puede adherirse a nuestra vida de modo que prefiramos la violencia como herramienta que nos evite el conflicto acabando con el objeto de la crisis. Matar al perro para acabar con la rabia. Y darse, se da.

La ciudad de La Laguna es Patrimonio de la Humanidad declarado por la UNESCO, entre otros motivos, por ser la primera ciudad española edificada sin murallas. Son hermosas las murallas de Ávila, pero son muros que aíslan y separan, que quieren proteger impidiendo la entrada. Una ciudad sin muros, con caminos de acceso por los que se pueda entrar y salir en libertad, pareciera más hermosa desde una perspectiva social y cultural más vinculada a nuestra necesidad actual.

La queja es un ambiente que suele derivar de las crisis. Quejarnos del conflicto nos impide descubrir caminos de superación. Porque la queja nos crispa. No es un juicio sereno de esperanza, sino vestir de luto la esperanza sin ánimo de transformar la realidad. Debemos ser lúcidos, pero no es la lucidez un grito de queja, sino una voz profética. Y el que quiere experiementar el profetismo ha de arriesgarse a sufrir el esfuerzo de conquistar el puente del diálogo en lo personal y en lo institucional.

No hace muchos años apareció un concepto con pretensión de superación del conflicto social. Se denomina la "amistad civil" o la "amistad social". Los amigos son amigos, no por ser iguales y pensar lo mismo, sino porque se quieren. Las diferencias y los conflictos sociales exigen amistad para ser superados con eficacia. Querer al otro, aunque piense de manera distinta es un presupuesto necesario para que nos escuchemos sin prejuicios. Hace mucha falta este tipo de amistad que, por otro lado, es mandamiento religioso para quienes creemos en Jesús de Nazaret.

En un país crispado y enfrentado, es urgente reconquistar la amistad social.