Desde aquí se lo digo muy clarito a la Academia del Cine: si Abascal no quiere su entrada para la gala de los Goya que me la den a mí.

Yo veré la gala por la tele, rajando por el Twitter, con una San Miguel y un poco de sushi. Supongo que Abascal hará lo mismo. Bueno, pero en su casa quiero decir, no en la mía. Lo mismo en vez de sushi opta por la tortilla española, que ya todo el mundo llama de patatas. Pero a la francesa, la tortilla, bien que le han dejado el gentilicio. Abascal, que el año pasado protestó porque no le invitaban y al que este año sí han cursado invitación, no quiere seguramente ir al pabellón Martín Carpena de Málaga a que los cómicos rojazos hagan chistecitos sobre él y su partido y sus propuestas, aunque yo creo que en el sector del cine también hay derechistas, conservadores, voxeros. Abascal se lo pierde. Y yo. También la Academía, dado que este hombre tiene mucho tirón. Y yo. El Hormiguero de Pablo Motos batió récord de audiencia cuando lo tuvo como invitado. Yo también bato récord de audiencia, en mi casa, si llego en prime time. Me ven mi mujer y mi hijo: cien por cien de espectadores. Abascal daría bien como el Cid, no el de Charlton Heston, tal vez un Cid de Sáenz de Heredia o de un director novato en busca de galanes. Hay tortas por las entradas para la gala de los Goya, la gaya de los gola, la alfombra roja, el codearse con las actrices y actores, rozarse con Antonio de la Torre, zampar dos besos a una buenorra, cotillear sobre las indumentarias, canapear de gratis, fangar posavasos y beber cava hasta las cinco de la mañana, hora prevista de finalización del cachondeo posterior a la gala. Morir a gañote vil. Como para encontrar después el coche en el párking del Carrefú. De eso me voy a librar. También los invitados. Se van a librar de mí. Porque yo con dos copas de cava me pongo salsón, cuento los chistes fatal, tiendo al venablo, el dicterio y la blasfemia y soy capaz, si no le dan un Goya a mi actor favorito de liarla parda, siempre me ha hecho gracia esa expresión, pudiéndola liar turbia, liarla oscura o liarla blanca. Pudiera ser que escribiendo sobre los Goya nos salga un artículo de cine.

Pero bueno, me hacen un favor, tengo el traje de Hugo Boss manchado del otro día, que estuve desengrasando adjetivos y limpiando de tópicos un texto. Para colmo, me salpicó un aforismo aceitoso. Y, total, salgo fatal en las fotos. Con los ojos rojos. Como si hubiera estado en la juerga de los Goya.