Con el título Elogio de la Transición pronunciará esta tarde una conferencia en el Real Casino de Tenerife el que fuera alcalde de La Coruña y embajador de España, Francisco Vázquez. El título lo dice todo; es fácil intuir su contenido. Los que vivimos con pasión la Transición Española sabemos bien las ansias de libertad que bullían en nuestros corazones. Surgió entonces un irrepetible conjunto de hombres y mujeres -sin duda los mejores- que dieron un paso al frente y se organizaron para llevar a cabo la proeza de buscar el camino hacia la Democracia con la mirada puesta en Europa, como era el sentir general.

Está grabada en mi memoria la célebre frase "pasar de la ley a la ley a través de la ley" -toda una filosofía- de Torcuato Fernández-Miranda, que posibilitó dejar atrás el franquismo sin necesidad de ruptura, lo que hubiera podido llevar a más de un exaltado volver a las andadas. Se trataba de cambiar las leyes del antiguo régimen por otras que hicieran posible la democracia. Cuánto argumento de persuasión tuvo que esgrimirse con aquellos Procuradores a Cortes y, todo hay que decirlo, cuánta predisposición por su parte para que estuvieran dispuestos a "hacerse el haraquiri", como así hicieron. Pero también, cuánto tenemos que agradecer al Rey Juan Carlos y a Adolfo Suárez, junto con el pueblo español en su conjunto, los verdaderos artífices de la Transición, como se ha dicho, el periodo de tiempo más largo de progreso y paz que hemos vivido y además, con el pueblo más unido que nunca. Esa magnánima generosidad fue conocida como el espíritu de la Transición Española que fue y sigue siendo alabada por todo el mundo, que se estudia en muchas universidades y escuelas de negocio y que sirve aún de inspiración a otras muchas naciones.

Hoy, en España, con la formación de un nuevo Gobierno, estamos en otro paradigma. Hace falta ser muy ciego para no ver la deriva que lleva la alianza de las izquierdas socialista-populista-republicana-independentista. Ya no sirve nada de lo anterior, pero no basta con sustituirlo todo; hay que subvertirlo. Y quienes nos gobiernan bajo el camuflaje de eufemismos tales como progreso, modernización, reforma, muerte digna, etc., y con el propósito de tenernos controlados y dirigidos, meten mano en la vida privada, en la educación, en las relaciones personales, familiares, laborales... Hasta en los bolsillos. Nos hablan de que es necesario actualizar, modernizar, la Constitución y las leyes, pero no para que la Ley esté por encima de todo sino para anteponer a la ley las decisiones de los Parlamentos, de las urnas, del poder de decisión o autodeterminación, de lo que diga la gente; de la democracia, en suma. Vemos así cómo las sentencias no se cumplen, no se acatan las leyes o se retuercen y se reinterpretan en beneficio de intereses espurios? Y no pasa nada.

Los jueces, hasta ahora elegidos por un procedimiento riguroso de preparación y selección a través de un exigente sistema de oposiciones de donde salían los mejores -aquí está el quid de la cuestión-, pasan ahora a ser elegidos al dictado de los que ostentan el poder político, y así se escogen a los más dóciles sin otro pretexto que el ser útil a la mano que les da de comer, pero investidos de autoridad. O sea, los peores. ¿De quién depende la Fiscalía? Del Gobierno, ¿no? Pues ya está. El espejo lo tenemos en Venezuela, donde el mismo plan ya está ensayado y funcionando. Sospechamos quiénes son los artífices del diseño; estamos viendo los resultados. Nos conformamos diciendo que esto aquí no pasará nunca porque estamos en España, esto es Europa. Sin embargo, como entonces, "todo está pensado y bien pensado" y se volverá a usar lo de "pasar de la ley a la ley", pero esta vez, para retroceder. Si hasta el fiscal -o fiscala, como gustan decir algunos/as- general del Estado pasa por la ignominiosa y denostada puerta giratoria, no ya para ir a otro puesto fuera, lejos, de la política, sino para quedarse en el núcleo mismo del Gobierno.

También tengo bien grabada en mi mente un poema que se atribuyó a Bertolt Brecht, aunque en realidad es de Martin Niemoller, un pastor protestante alemán de Kaiserlauten, que llegó a simpatizar con los nazis e intercedió ante Hitler, a quien llegó a creer. Después de pasar por el campo de concentración de Dachau, con la tragedia ya servida sobre el suelo de su país, escribió el poema que resumo a la mínima expresión: "Cuando vinieron por los comunistas yo no hablé porque no era uno de ellos/. Cuando después vinieron por los socialistas/, los sindicalistas/, los judíos/, no hablé porque no era ninguno de ellos/. Después vinieron por mí, pero entonces no quedaba nadie que pudiera hablar por mí". Todos callaron. Ya era tarde.

Son muchos los que se preguntan hoy, ¿no queda nadie entre los llamados barones socialistas (con o sin carnet del Partido), entre los intelectuales, científicos, artistas, en el seno de las universidades, de las academias, de los colegios profesionales (sobre todo entre los periodistas), pero por encima de todos ellos, en el influyente sector de la Comunicación y Propaganda (radios y televisiones), altavoz del poder y dormidera de peatones, que sean capaces de hablar?

Después del Elogio de la locura, de Erasmo, en el lejano siglo XVI, cabe cualquier elogio. Todo puede ser elogiado; también la Transición. Pero ahora estamos en un tiempo nuevo, a pesar del odio y confrontación que se respira. Sueño con este nuevo tiempo regido por la ética, donde luzca la verdad, la ejemplaridad, la consideración sobre el otro, el respeto, el compromiso, el patriotismo verdadero?

También I have a dream.