Con cuatro vicepresidentes y veintitantos ministros en total, el nuevo Gobierno va a ser el más populoso entre todos los de la reciente historia democrática de España; pero tampoco hay razón para sorprenderse. También es el primero de coalición desde el año 1977; y parece lógico que, al tratarse de dos partidos, haya necesidad de más departamentos a repartir. El histórico "¿Qué hay de lo mío?" se duplica en estos casos.

Es mucho más florido, sin embargo, el Consejo de Ministros de Venezuela, que alista a un total de seis vicepresidencias, 33 ministerios y 107 viceministerios. Si aquí tenemos una vicepresidencia de Transición Ecológica y Reto Demográfico, el régimen de Nicolás Maduro cuenta con ministerios de Ecosocialismo y Aguas e incluso un Viceministerio para la Suprema Felicidad del Pueblo. Está claro que no podemos competir con los números ni la imaginación del realismo mágico caribeño, por mucho que lo intente Pedro Sánchez.

Otros países superan también a España en este aspecto, por más que casi todos ellos militen -ay- en las filas del Tercer Mundo. La India, por ejemplo, dispone de 66 ministerios, incluyendo uno de Yoga y Homeopatía. Algunos menos tiene Sri Lanka, antes llamada Ceilán, que con solo 49 ministros ha creado departamentos para Buda y para las Megalópolis. Luego están los 44 de Camerún, los 40 de Bangladesh, los 37 de Malasia o los 35 de Angola. En Madagascar, con igual número de ministerios, han sido lo bastante prolijos como para crear dos distintos dedicados a la Meteorología. Será que llueve mucho por allí.

En contraste con esas demasías, la República Popular de China dispone tan solo de 26 ministerios para administrar un país de 1.400 millones de habitantes; aunque en este caso da lo mismo. El que manda en régimen de monopolio es el Partido Comunista, de modo que poco importa que los ministros sean diez o doscientos.

Aparentemente, los chinos demuestran que un mayor número de ministerios no significa necesariamente mejor gobierno. Y tampoco el dilatado nombre con el que se bautice a los departamentos, que en China se llaman, simplemente, de Educación, de Defensa, de Exteriores, de Seguridad, de Justicia y así. Son unos aburridos.

Nada que ver con las prolijas denominaciones del nuevo Gobierno español, que incluyen Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática; Transición Ecológica y Reto Demográfico; Transporte, Movilidad y Agenda Urbana (antes, Fomento); o Seguridad, Inclusión y Migraciones.

Son nombres de lo más latinoché, como es fácil advertir. Bien es cierto que Pablo Iglesias no ha conseguido crear el Ministerio de la Plurinacionalidad que reclamaba hace tres años, pero a cambio cuenta, en el Consejo de Ministros del que forma parte, con departamentos de enunciado casi tan vistoso como los de cualquier república nacida de las antiguas colonias.

Ahí se nota que la realidad imita al arte. Años atrás, el candidato a la presidencia de Portugal, Joao Vieira, propuso una lista -a todas luces, humorística- de ministerios que incluiría el de Prostitución y Bosques, el de Aguardiente y Café y el no menos novedoso de Pesca y Mujeres. Mucho más imaginativo, Sánchez acaba de instituir uno de los gobiernos más numerosos y barrocos de la historia de España. Solo es de esperar que no se estorben unos a otros en los pasillos y que haya despachos para todos.