La actividad turística es un sistema complejo en el que concurren numerosos factores de carácter social, económico, cultural, político y ambiental. Pero son las personas, en su rol de turistas o de anfitriones, quienes determinan los tipos de turismo que se desarrollan en un destino.

Dos de los atributos que se han incorporado a los recientes modelos de gestión de la actividad turística son la sostenibilidad y la corresponsabilidad. El más evidente, la sostenibilidad, se incluye en el diseño de las estrategias turísticas para gestionar los recursos, naturales y culturales, de una forma que, según la Organización Mundial del Turismo (OMT), puedan satisfacer todas las necesidades de las comunidades turísticas, a la vez que respete la integridad cultural, la ecología y la diversidad biológica.

Con la corresponsabilidad, menos evidente que la sostenibilidad, se pretende activar procesos que hagan efectivos los cumplimientos, pero también los incumplimientos y su naturaleza, de todos los actores -personas e instituciones- que forman parte del sistema turístico.

Lo realmente interesante de la corresponsabilidad es que no se ajusta exclusivamente a un contexto jurídico o a una clásica y tradicional responsabilidad administrativa; la corresponsabilidad trata de establecer una mejor comunicación entre las comunidades y la actividad turística. Las personas deben atender a sus derechos, participando en la toma de decisiones que afectan a la calidad de sus recursos y de sus modos de vida. Pero ¿cómo son esos procesos que podrían permitir a las comunidades tener voz en las decisiones políticas y permitirles participar en la prevención y corrección de los impactos no deseados en el desarrollo turístico?

Venecia o Barcelona son dos de los ejemplos en los que la población no ha podido impedir las repercusiones más oscuras del turismo. Las preocupaciones vertidas por los habitantes de estas ciudades no son solo de interés local. Las grandes organizaciones internacionales del turismo consideran el rechazo hacia el turismo de esas comunidades un problema para la imagen de esta actividad.

Así, por ejemplo, desde The World Travel & Tourism Council (WTTC), el pasado julio de 2019 se ofreció una plataforma de trabajo para el intercambio de información entre todos los responsables interesados y afectados por el turismo en Barcelona, de tal manera que se pudiese debatir y reflexionar sobre un cambio de estos destinos colapsados, de un modo coherente y despolitizado.

En los entornos rurales, sin grandes modelos de desarrollo turístico, las acciones de participación apoyan el fortalecimiento de los aspectos económicos, ambientales y sociales. En ocasiones, estos procesos de participación pueden incluso poner de manifiesto que el turismo no siempre responde a la mejor solución, ni ser la clave para el crecimiento y desarrollo económico.

Lo cierto es que un turismo no sostenible y sin considerar la percepción social y las decisiones de sus principales afectados, las personas, no es un turismo sostenible para ninguna organización, pública o privada. La corresponsabilidad favorece la sostenibilidad y una gestión corresponsable obliga a los gestores a incluir a todas las personas, tanto anfitriones como turistas, en el diseño de las estrategias turísticas.

La importancia de estas acciones es la posibilidad que se abre para que las comunidades y todos los individuos puedan adquirir conocimientos -y sobre todo conciencia- sobre la actividad turística, de su evolución, de cómo afecta al territorio y de cómo son las relaciones que se establecen entre todos los actores turísticos.

La corresponsabilidad a través de la participación social es una acción transformadora de la realidad turística, donde la propia población, a través de sus decisiones, es capaz de generar un espacio de debate, cercano y real, sobre los impactos y beneficios del turismo.