Con el comienzo del nuevo año, cuando encontramos a nuestros seres queridos, a nuestros amigos, a los compañeros de trabajo, también a los conocidos, incluso a los enemigos, solemos saludarles con un vibrante ¡feliz año!, y con ese deseo les trasladamos tantas cosas, tantos mensajes, que lo decimos todo. ¿Y qué felicidad deseamos? ¿Y qué infelicidad no? Porque, según para quien, la sensación de felicidad puede ser muy diferente.

Para unos, la felicidad consiste en tener salud, para otros en aceptar la enfermedad, o en tener dinero, o no teniéndolo, en aceptarlo y adaptarse a la escasez, o en la ausencia de infelicidad. Para otras personas la felicidad consiste simplemente en amar y ser amado, y para esto no se necesita una fortuna material, solo dar y recibir cariño. Mucha razón tuvo y muy acertado estuvo el compositor argentino Rodolfo Sciammarella cuando escribió aquella tan tatareada canción de "tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor, y el que tenga esas tres cosas, que le dé gracias a Dios", los tres tesoros más anhelados por la mayoría de los humanos, y mucho se sigue hablando de ellos desde que allá por el año 1967 Cristina y Los Stop la popularizaron. Pero, y si no hay salud, ¿de qué vale el dinero?

Lo cierto es que en general todos opinamos que lo más importante de la salud es que gracias a ella tenemos vida, y con lo mucho que ésta nos cuesta mantenerla, ¿por qué los seres humanos nos estamos masacrando y matando continuamente? ¿Por qué los grandes poderosos ordenan matar? ¿Por qué se ejecutan personas para extraerles sus órganos? ¿Por qué países civilizados mantienen como castigo la pena de muerte? ¿Por qué se apedrea sin piedad y hasta la muerte a mujeres indefensas por el solo hecho de haber amado? ¿Por qué se usa a los niños de escudos humanos en las guerras?

Mejor no sigo. Terrible dilema, estimado lector. Así que volvamos al principio, a la canción. ¿Y si tuviéramos que elegir? Pues depende. Para los hipocondriacos y aprensivos, lo más importante es la salud perfecta, ninguna molestia, ningún dolor, ni una tos. Para los inseguros, mimosos y dependientes, lo fundamental es el amor, a ser posible la compañía de éste las 24 horas del día y de la noche. Para los más autónomos, independientes, solitarios y materialistas, lo imprescindible es el dinero. Salud, dinero y amor. Como es fácil que alguno de los tres deseos nos falle, hagamos que al menos podamos refugiarnos en los otros dos.

La realidad material en que vivimos nos muestra que el dinero no siempre se acompaña de felicidad, sobre todo si no sabemos gastarlo, lo cual es muy subjetivo, si bien en general es mejor emplear el dinero en experiencias que en posesiones, o en otras personas en lugar de en nosotros mismos, pero, en cualquier caso, la escasez de materia básica como el alimento, la ropa, la higiene o una vivienda mínimamente digna, no sólo hace muy difícil disfrutar de felicidad, sino que, por el contrario, va unida a la pérdida de salud y a la llegada de la enfermedad. Y en una sociedad capitalista como la nuestra, los bienes básicos dependen de recursos económicos, con lo que al final va a resultar cierto aquello de que el dinero no trae la felicidad, pero ayuda a conseguirla.

Somos los médicos los que mejor conocemos la salud, existiendo una íntima relación entre ella y la sensación de felicidad, y por eso cuando nos llega la enfermedad nos aturde tanto, porque sabemos mucho de sus consecuencias, y porque sin vida todo lo demás ni tiene sentido ni existe. Y cuando hablamos de salud, nos referimos no solo a la física, también a la mental, siendo tan necesaria la una como la otra, de tal forma que del equilibrio entre ambas depende nuestro grado de bienestar, siendo el estrés uno de los factores tóxicos que más lo deterioran, con lo que todo lo que ayude a reducirlo o evitarlo favorecerá alcanzar cierto grado de bienestar.

Y tú, estimado lector, entre la salud, el dinero y el amor, ¿con qué te quedas?