Habrá que poner un símil sacado del fútbol porque los taurinos -que son más literarios- resultan peligrosos en los tiempos que corren. En el último segundo, tras la prórroga reglamentaria, y de penalti que no pocos comentaristas tachan de injusto, el señor Pedro Sánchez ha pasado a la Historia. Gracias a un solo escaño de diferencia, nervios hasta el último momento, presiones mil y advertencias incontables, pero como novedad absoluta desde que se restauró la democracia en España, Sánchez presidirá un gobierno de coalición, una figura que se ensaya, como todos apuntan, por primera vez y no porque los demás ejecutivos gozasen de mayoría parlamentaria sino porque nadie, hasta la llegada de Sánchez al poder contra viento y marea tras haberse recorrido el país entero a bordo de su utilitario, se había atrevido a dar semejante paso. Los predecesores del presidente recién investido que habían contado con gobiernos en minoría, ya fuesen socialistas o populares, prefirieron el recurso del viaje en solitario a lo largo de la legislatura fiando su destino a que se encontrasen apoyos suficientes para aprobar leyes tan importantes como la de los presupuestos. Incluso el propio presidente -ya no sólo en funciones- Sánchez había descartado en el último instante de la legislatura anterior semejante compromiso, alegando que no iba a ser capaz de dormir teniendo a Pablo Iglesias a su lado. Pero se conoce que ya duerme mejor o cuenta con los fármacos necesarios para hacerlo porque puede que el viernes de la semana próxima, o el siguiente a lo más tardar, se estrene el primer consejo de ministros con carteras en manos de partidos diferentes. Aunque, por decir verdad, Pedro Sánchez se había ganado ya un hueco en la Historia del parlamentarismo español al triunfar en las Cortes el día 1 de junio de 2018 la primera moción de censura, presentada por él mismo contra Mariano Rajoy. De hecho, el gobierno de coalición a estrenar viene a ser un calco de aquel episodio porque sus protagonistas, en términos de aritmética parlamentaria, son casi los mismos. Pero con la diferencia esencial de que entonces, dos años atrás, a Sánchez le entregaron la presidencia gratis et amore, a cambio de nada -bueno, de echar a Rajoy, que parecía suficiente-, y ahora median pactos de gestión declarada a los cuatro vientos pero contenido más bien opaco. Podría ser, digo yo, que a causa de esos compromisos adquiridos con Unidas Podemos y Esquerra Republicana de Catalunya Pedro Sánchez pasase a la Historia por tercera vez. Pero por lo que a mí respecta cuenta ya con los suficientes méritos como para que nos ahorre ese nuevo récord. Porque, ya digo, ignoramos a qué precio ha obtenido su presidencia pero las hipótesis que cabe hacer asustan. Por recurrir a otra frase hecha, lejos del fútbol esta vez, virgencita, que nos quedemos como estábamos.