El expediente que Coalición le ha abierto (o le abrirá, dicen) a Ana Oramas es más una cuestión de delicado encaje que un asunto que ponga en peligro la continuidad de Oramas como diputada de los nacionalistas por la provincia occidental. Es probable que Coalición le pase factura a su parlamentaria, y es probable que todo esto se materialice en algún tipo de reprimenda, quizá con multa, pero es difícil que Coalición expulse al que hoy es su único activo político en Madrid, en un momento en el que Coalición precisa de los pocos activos que le quedan.

Oramas pidió disculpas a su partido en su intervención durante la segunda votación de la investidura. Sospecho que lo hizo con sinceridad y generosidad. Por eso se atribuyó haber actuado sin conocimiento de su partido, lo que no es cierto. Había hablado con los dirigentes clave de su partido en Tenerife, y su decisión no era un secreto para nadie. Lo que ha hecho es liberar a los más próximos de cualquier responsabilidad ante el supuesto 'cisma' en Coalición. Mario Cabrera -el más beligerante de los coalicioneros contra ella-, ha calificado las disculpas de Oramas como "un insulto a la inteligencia" de los miembros del partido, pero, en realidad, el secretario general de Coalición en Fuerteventura sabe que -aparte soportar con la cabeza gacha el chaparrón- Oramas va a salir de esta situación reforzada ante su electorado de la provincia tinerfeña -con el que se comprometió durante la campaña, con el conocimiento y consentimiento de la dirección coalicionera- a no apoyar un gobierno apoyado por Podemos y sostenido por los independentistas. En el Tenerife que contra viento y marea ha seguido apoyando a Coalición -ese Tenerife rural, conservador y profundamente isloteñista, al que algunos gustan considerar la reserva política de la 'ATI profunda'- Oramas ha recibido algo más que un discreto aplauso. Su indisciplina con las instrucciones recibidas es interpretada por la mayoría de sus votantes tinerfeños como coherencia con lo que prometió. Hay ocasiones en los que no existe otra opción que romper con la disciplina del propio partido, pero creo que después de hacerlo hay que dimitir de los cargos con los que se representa a ese partido, o -al menos- ponerlos en barbecho. Creo que es lo que debería haber hecho Oramas, y además creo que de haber puesto su cargo a disposición del partido, Mario Cabrera se habría quedado bastante sólo pidiendo su cabeza.

Dicho eso, lo importante no es lo que pase con Oramas (y yo creo que no pasará nada, al menos en esta legislatura), sino explicar que Coalición vuelve a encontrarse con la necesidad de resolver la misma encrucijada a la que se vio enfrentada en 2005, cuando la mayoría de los antiguos militantes de Ican y algunos seguidores de Olarte, decidieron apoyar la ruptura de la entonces federación nacionalista y crear Nueva Canarias. Ya no hace falta crear otra vez Nueva Canarias, porque ya existe, y además está por fin gobernando en Canarias, con una posición de dominio probablemente superior a la que le correspondería por su respaldo electoral. Por eso, ahora lo que toca es aclarar si el nacionalismo de Coalición es una ideología -en el sentido en que lo es ser liberal o ser socialista- o es solo una forma de situarse en política, y por tanto en Coalición conviven -por encima del nacionalismo- un alma de derechas y otra de izquierdas.

Yo creo que esa es la pregunta que Coalición debe responderse en el próximo Congreso. Porque hoy no parece que se pueda sobrevivir en el polarizado patio político español con el alma dividida.