El espectáculo de una policía corrupta impidiendo entrar a diputados a una Asamblea Legislativa es la dramática actualidad bananera de la dictadura bolivariana de Maduro, que ha terminado segando todas las libertades, derechos y esperanzas del pueblo venezolano. Un régimen revolucionario comunista, el mayor experto mundial en la fabricación de hambre y pobreza, tomó posesión de un país que estaba mal, para terminar conduciéndolo a la ruina. El dictador bolivariano ha colocado en el Parlamento a un fiel lacayo político -elegido en una sesión ilegal y tutelada por las armas- para anular el único foco de crítica que existía hacia su régimen. Ya no importa la repercusión internacional. Ni que se vea a Juan Guaidó retenido por las armas. La imagen no es relevante. Maduro no se sostiene con votos, sino con el apoyo de unas fuerzas armadas especialmente provistas de alimentos, medicinas y dinero en una sociedad donde el resto de los ciudadanos apenas sobrevive.