El asesinato del general Qasem Soleimani, jefe de la fuerza Quds, la unidad de elite de la Fuerza Revolucionaria iraní, por órdenes directas de Donald Trump, equivale a arrojar una tea ardiendo a un polvorín.

"Estados Unidos actuó para parar una guerra, no para comenzarla", explicó poco después al mundo el presidente, quien responsabilizó al general iraní de la muerte de millones de personas y le acusó de estar preparando nuevas matanzas de norteamericanos.

Trump intentaba justificar lo injustificable desde el punto de vista de la legalidad internacional. Aunque ¿qué importa esa legalidad a un país que se considera, y no sólo ahora con Trump, por encima del derecho internacional e incluso trata, en su infinita arrogancia, de imponer sus propias leyes al resto del mundo?

Tanto Trump como su secretario de Estado y conocido halcón Mike Pompeo afirman disponer de información de sus servicios de inteligencia de lo que planeaba Soleimani contra EEUU en todo Oriente Medio, pero ¿quién va a poder creer ya a un mentiroso compulsivo como el actual ocupante de la Casa Blanca?

Como preocupante es el hecho de que Trump, que por supuesto no consultó a sus aliados ni tampoco siquiera a su propio Congreso, no parezca haber pensado en las consecuencias de lo que es en el fondo un acto de guerra. ¿O se trataba sólo de desviar la atención de su impeachment?

¿Se imagina por un momento el lector lo que sería capaz de hacer la superpotencia en el caso de que algún Gobierno extranjero hubiera dado la orden de asesinar al jefe de su Estado Mayor conjunto? ¿Dejaría en pie una sola piedra del país responsable del magnicidio?

Claro que Washington ha declarado "terrorista" a la organización que comandaba Soleimani y, según su propia doctrina, EEUU puede dar muerte a cualquier terrorista que se le ponga delante. ¿Aunque sea en territorio extranjero, violando la soberanía territorial iraquí como en este caso?

Soleimani era un personaje tremendamente popular no sólo en Irán, donde se le consideraba un héroe nacional, sino también en todo el arco chií de Oriente Medio, por lo que a nadie pueden sorprender los gritos de "Muerte a América" que se escuchan ya de nuevo en toda la región.

Tras anunciar su asesinato -"Le pillamos", dijo Trump, con ese lenguaje directo que tanto gusta a sus seguidores- el presidente negó tambié que su Gobierno persiguiera un "cambio de régimen" en Teherán, algo que, sin embargo, desmiente la asfixia económica a la que EEUU tiene sometido a Irán y que parece destinada a provocar más tarde o temprano un levantamiento popular.

El general Soleimani fue, por cierto, clave en la lucha de Irak y de Siria contra el Estado Islámico: ayudó a esos dos países a recuperar buena parte del territorio que esa organización terrorista les había arrebatado aunque, para horror de Washington y sus principales aliados- Israel y Arabia Saudí, contribuyese al mismo tiempo a aumentar la influencia iraní en toda la región.

Y si es cierto que en Irak había crecido últimamente la oposición popular, sobre todo entre los suníes, a esa influencia, a la que muchos culpaban de de la corrupción del propio Gobierno, la violación de la soberanía nacional que supone el asesinato de Soleimani en Bagdad aumentará la hostilidad de todos, ya sean chiíes o sunitas, tanto a EEUU como a Israel, cuyo primer ministro no tardó en felicitar a Trump por lo ocurrido.

Ahora la pregunta es cuánto tardará Irán en tomar venganza como ha prometido. Es difícil saber dónde y de qué forma sucederá. Estados Unidos, que tiene bases militares y legaciones diplomáticas en todo Oriente Medio, además de en muchos otros lugares del mundo, es especialmente vulnerable y difícilmente podrá prevenir un ataque por sorpresa contra sus instalaciones o su personal.

Se argumenta que ninguno de los dos países, ni EEUU ni Irán, desean un conflicto tradicional: Trump optará seguramente por continuar con su guerra económica contra el régimen de los ayatolas, e Irán preferirá sin duda el recurso a tácticas de eso que llaman "guerra asimétrica", que es siempre el arma del más débil.

Oriente Medio se verá convulsionado y el tratado nuclear con Irán, del que se descolgó hace ya tiempo Trump, está cada vez más en peligro. Los europeos se han mostrado incapaces de cumplir su parte por culpa de las sanciones decretadas por Washington contra las empresas que comercien con Teherán. Y tomando ejemplo de Corea del Norte, Irán llegará tal vez a la conclusión de que sólo el arma nuclear puede salvarle.

Por cierto, ¿dónde está una vez más la voz de Europa? ¿No tienen nada que decirle a Washington sus aliados europeos aparte de pedir una vez más, a través de algún portavoz de Exteriores, moderación por ambas partes?