Dicen hombres dignos de fe -pero Alá sabe más- que José Miguel Barragán y Román Rodríguez llegaron a un acuerdo sobre el documento de demandas y propuestas de CC-Nueva Canarias que se transmitiría al PSOE. Un documento duro y exigente que, además de reclamar un respeto irrestricto hacia el Estatuto de Autonomía y el REF, incluía la deuda en infraestructuras viarias reconocida en sentencia judicial, más pasta para dependencia, una bonificación universal (o así) del IRPF hasta que el desempleo se redujera al 10% de la población activa (o asá) y un montón de letra menuda para picar y fumar en cachimba consensual. Quedó encomendada la propuesta a Rodríguez, grímpola de NC, en virtud de sus buenas relaciones con los socialistas, pero a los despachos mesetarios llegó un papel muy distinto, un enclenque folio y medio en el que los nacionalistas estaban dispuestos a apoyar la investidura a cambio de obviedades, como que el Gobierno central cumpliría el Estatuto y el REF, es decir, cumpliría las leyes, como cualquier honrado auxiliar administrativo o protésico dental. NC mandó los folios, Rodríguez convocó a su dirección y anunciaron corriendo el acuerdo con el PSOE, porque a ver si no daba tiempo para la foto de don Román con Lastra, Ábalos o quizás, ojalá sea posible, el propio Pedro Sánchez compañero del alma, tan temprano. Pero vaya a saber si todo es cierto. En todo caso no supone un consuelo para CC, que está dividida en dos: aquellos que no pueden creer que detrás del PSOE, el PNV y ERC estén Melchor, Gaspar y Baltasar (con perfecto acento catalán y naturalizado en Reus) y los que quieren seguir creyendo, papimami, en los Reyes Magos.

En resumen: coalicioneros tinerfeños y palmeros querían votar que no. Como dijo un dirigente, Sánchez ya había optado por sus nacionalistas a izquierda (ERC) y derecha (PNV). En cambio, majoreros, conejeros y una parte sustancial de grancanarios apostaban por la abstención, incluso por el apoyo explícito. No se llegó a votar nominalmente y el mismo Fernando Clavijo templó gaitas, porque cada vez existe un temor más amplio por una ruptura de Asamblea Majorera para transitar el camino de aprender a querer a NC. Y Clavijo argumentó un consenso abstencionista pensando en el Congreso Nacional de CC en el próximo mayo: un secretario general in pectore no puede desairar a los jerarcas de Lanzarote y Fuerteventura. "Vamos a votar por un presidente que no ha respetado la agenda canaria y a un Gobierno compuesto por unos partidos que no se conforman con desplazarnos del poder, sino que desean borrarnos del mapa", dijo alguien demasiado aficionado a las obviedades. Con la abstención, CC cometerá una contradicción clamorosa que no será entendida por la gran mayoría de sus votantes -al menos en las islas occidentales-, pero sin conseguir, a cambio, el estatus de socio político en esta legislatura que empieza en la vagoneta de cartón de una montaña rusa. Ana Oramas no asistió al cónclave ni mandó postal. Mario Cabrera carraspeó polifónicamente y Clavijo salió con la brújula en la mano preguntando dónde está Wally para explicarle que hay que abstenerse a fin de que Pablo Iglesias sea vicepresidente del Gobierno, se duplique la inversión directa del Estado en Cataluña, el País Vasco vigile las transferencias ajenas y el Estatuto de Autonomía se convierta en un lindo posavasos en el despacho de Román Rodríguez.