Sinceramente, llegados a este punto, lo importante no es si Esquerra se abstendrá en la primera votación del día 4 o lo hará el día 7, sino lo que Pedro Sánchez ha aceptado pagar por esa abstención. No sólo se acepta la negociación política inasumible en una mesa paritaria entre Gobiernos -el de España y el de Cataluña-, sino también la realización de una 'consulta' -eufemismo de referéndum- que rubrique los acuerdos entre los dos Gobiernos. Sánchez ha aceptado todas las exigencias de Esquerra Republicana: antes que intentar cualquier otro acuerdo, o abandonar Moncloa, el hombre ha preferido comerse con papas y una a una todas sus palabras: del "no es no y nunca es nunca" referido a la negociación con los independentistas, al "no habrá negociación entre Gobiernos", pasando por el "el PSOE no apoyará jamás un referéndum".

No puede decirse que este "donde dije digo?" sea precisamente una sorpresa. Ya existía el precedente del acuerdo con Podemos, ese que le producía a Sánchez insomnio y ahora se nos presenta como lo mejor para el país. La decisión de Sánchez de convocar la investidura de su 'Gobierno del insomnio' en vísperas de Reyes, ya hacía presagiar el intento de esconder todo lo posible -con la excusa de la urgencia-, una investidura que no es otra cosa que una rendición sin condiciones.

Si ya resulta preocupante el cambio de criterio de Sánchez en relación con Podemos para el que ha de ser el primer gobierno de coalición de la democracia española, las concesiones realizadas al independentismo catalán y al PNV, rozan el marco constitucional. Que ERC y Bildu -dos partidos que defienden abiertamente la secesión de Cataluña y el País Vasco- aplaudan el acuerdo de investidura y lo consideren la mejor opción para avanzar hacia la independencia, debería provocar espanto en las filas del PSOE, un partido fundador de la democracia del 78, inspirador de los principales consensos políticos de estos 40 últimos años, leal a la Constitución, y clave en la historia de la democracia española y en la defensa de la igualdad entre españoles y la unidad territorial. El cambio producido en el PSOE demuestra que la actual dirección ha renunciado a su papel histórico, a cambio de una investidura cuya deriva política no está en absoluto clara. Sánchez acepta estudiar la reforma del Estado para sumar los votos del PNV y apoya la realización de un referéndum en Cataluña que legitima al independentismo y quiebra -quizá para siempre- la unidad de acción del constitucionalismo español.

La irresponsabilidad y ambición de poder a toda costa de Sánchez, el comportamiento suicida del PSOE -actuando como una manada de suricatos camino del precipicio- y la mansa cobardía de los dirigentes socialistas que avalen estos acuerdos secretos -que ayer se vio obligado a confirmar el ministro negociador Ávalos, tras la filtración de los mismos por Esquerra- pasará al socialismo español una terrible factura. Ni Sánchez ni el PSOE podrán amortizar el precio que van a pagar por esta investidura. Una investidura que abre -además- una legislatura con Sánchez cautivo y sometido a los vaivenes de sus socios podemitas y al chantaje constante del independentismo. ¿Les merecerá la pena?