Los antiguos esperaban que hablara el oráculo, que era el que anticipaba el futuro. Costaba una pasta, pero merecía la pena. Las profecías venían envueltas en misterio, en vísceras sangrantes de aves o en algún mágico sahumerio. Con esto de la modernidad, ahora lo que toca es esperar por los abogados del Estado.

Los anglosajones no guardan muy buena opinión de los abogados. Tienen un chiste que empieza: "hay doce abogados ahogados en el fondo del mar....". Pero hay personas que hacen las leyes y personas que las retuercen. Y tan importante como el hierro resulta ser la forja. Sabedor de todas estas vulgaridades que les he estado expresando, Pedro Quégrandesoy Sánchez ha estado a la espera de que los abogados del Estado untaran la mantequilla que necesita la tostada que está negociando su partido con los independentistas catalanes. Los chicos y chicas de Esquerra Republicana de Cataluña quieren saber si además de estar con el Estado los abogados del ídem están con el Gobierno. Que no es lo mismo ni es igual, pero seguramente tiene mucho más futuro para una brillante y prometedora carrera profesional.

La pieza clave para la investidura es el escrito que la Abogacía del Estado -se escribe con mayúsculas, porque es una institución- envía al Tribunal Supremo. Pero como las instituciones no escriben, la pulcra redacción del texto legal -o sea, la mantequilla de la tostada- la hicieron personas, es decir, abogados y abogadas, a los que han estado mirando escribir, por encima del hombro, aquellos mismos que les pueden ascender, promocionar y hacer prosperar en su próximo futuro. Que son también, fíjate tú vaya casualidades tiene la vida, los mismos que están negociando con los de Esquerra Repúblicana de Cataluña a cuyos políticos encarcelados, a su vez, no les viene mal lo que de bueno diga el escrito de los abogados del Estado. Es una ejemplar demostración de economía circular.

Si el texto es bueno para Junqueras, los de Esquerra se abstendrían permitiendo la investidura de Sánchez. Si es malo... Bueno, esa posibilidad nunca se contempló. Por eso estaban los políticos mirando por encima del hombro, independiente y tal, de los abogados del Estado. Para que no cometieran errores de sintaxis política. Porque a veces es muy difícil conjugar el verbo delinquir con el sujeto delincuente.

Y ya estamos donde se supone que debíamos estar. Los abogados del Gobierno, que son los del Estado, han sido flojitos como la ventosidad de un bebé. A gusto de los independentistas, parece, que han levantado el veto para dar el voto al vate socialista. Todo está encarrilado para la sesión de investidura. Después queda el pequeño detalle de gobernar con quienes no tienen el menor interés en que este país funcione, sino todo lo contrario. En el mejor de los casos, el futuro pasa por enterrar en dinero a los catalanes y los vascos. Será el precio de la corona de laurel de Pedro I El Hermoso. En el peor escenario iremos de cabeza a una crisis constitucional. Ya dirán los abogados del Estado.