Portentosamente los medios de la Villa y Corte informan de que el propio Oriol Junqueras ha dado el nihil obstat al informe de la Abogacía del Estado, de cuyo contenido, según el poema en prosa de un diario madrileño, "ha sido informado en líneas generales". Ahora solo falta, al parecer, que el Consejo Nacional de ERC se pronuncie sobre el acuerdo alcanzado con el PSOE - digo yo que someterán un documento o algo similar a votación - y que la Junta Electoral Central no se pronuncie (todavía) sobre la inhabilitación del president Quim Torra y ya podrá superarse exitosamente la investidura de Pedro Sánchez. Su inminente vicepresidente, Pablo Iglesias, ha proclamado que el tiempo urge, porque la izquierda tiene que ponerse a gobernar inmediatamente. Al parecer la izquierda no ha estado gobernando este país desde junio de 2018, hace ya año y medio. Otra cosa es que ese gobierno haya sido un rotundo fracaso, un cabaret de magia potagia abierto noche y día, y que su presidente -y su partido- no consiguieran siquiera aprobar un proyecto de presupuestos generales.

El pacto con ERC supone la paradoja de sistematizar la inestabilidad. Algo así como navegar en plena tormenta y con los botes agujereados, pero con la razonable convicción de que no naufragarás, al menos, en los próximos dos o tres años. Navegar con el agua al cuello, en fin, y no obstante, tener ciertas garantías de que no te ahogarás, porque una vez designado presidente el PP no dispone de apoyos en el Congreso de los Diputados para practicar una moción de censura. Por el contrario deberás soportar a un no socio que convertirá la Cámara Baja en un instrumento para escenificar -y practicar - sus disidencias y sus exigencias. El Gobierno de coalición entre el PSOE y Podemos será lo que ERC decidirá que sea: un aliado aceptablemente leal o una bestia españolista bajo una piel falsamente federalista. Eso sin olvidar las pataditas y pellizcos de monja de Errejón, Revilla y los demás protagonistas del circo de pulgas, del que no cabe excluir, por supuesto, a Pedro Quevedo.

El discurso oficial de los socialistas canarios -como en el resto del Estado- es el mismo desde hace meses y sigue pacientemente las consignas del relato monclovita, porque Ferraz ya no pinta nada. Con Pedro Sánchez la confusión de Gobierno y partido ya es absoluta: el partido es el Gobierno y el Gobierno es Pedro Sánchez, y el que no lo entienda así no es que no salga en la foto, es que se le arrancan los ojos discretamente y punto. El presidente Ángel Víctor Torres ha afirmado que Canarias necesita desesperadamente que exista un Gobierno en España, y es cierto, pero caben dudas razonables de que esa necesidad se colme con un Ejecutivo del PSOE y Podemos que necesita el concurso parlamentario de ERC. Será un Gobierno que no dispondrá de mayorías o capacidad de interlocución para aprobar leyes orgánicas - reformas legislativas estructurales - y que estará abocado a recentralizar el gasto público en la Administración del Estado para cumplir sus compromisos programáticos, sin olvidar el deslizamiento presupuestario hacia la Comunidad catalana. La encantada complacencia de una parte sustancial de la izquierda española con este escenario venidero lo pagará esa misma izquierda en las urnas más pronto que tarde. Y cuando llegue el daño para un proyecto progresista para una España federalizada será ya incorregible.