Parece que hace mucho tiempo que sucedió la ruina del todo poderoso turoperador inglés Thomas Cook: visto y no visto; una ruina empresarial de infarto; donde los afectados -prácticamente todo el sector turístico nacional, pero sobre todo Canarias y Baleares- se echaron las manos a la cabeza y se rasgaron las vestiduras empresariales porque se suponía que dicha organización -omnipotente en su ámbito empresarial- no podía venirse abajo de la noche a la mañana ya que dicha caída ponía en entredicho la estabilidad económica de centenares de empresas relacionadas con el sector turístico incluido agencias de viajes, hoteles, transportes aéreos y terrestres?; así como otros servicios vinculados, directa o indirectamente, como la hostelería.

Pero no, no hace tanto tiempo que sucedió: el 23 de septiembre de 2019. Y en estos casi dos escasos meses hemos aprendido algunas cosas interesantes como que tan sólo hace falta estar arriba para caerse abajo; esto es de Perogrullo; así como que cualquier empresa, por muy importante que esta sea, si se endeuda más de lo aconsejable, sobre todo cuando lo hace inmersa en una crisis económica global, lo más probable es que no pueda pagar su deuda al ritmo previsto y termine marchando a contracorriente perjudicando su propia rentabilidad. Pero esto se venía venir; y los que se asustaron -incluidos los responsables de las distintas administraciones públicas-, y se vieron perjudicados sabían que, tarde o temprano, el hecho de que sus negocios -principalmente los relacionados con el sector hotelero- dependieran casi en exclusividad de la buena marcha de Thomas Cook traía consigo una entrega económico-empresarial casi suicida; como así ha sucedido en algunos casos.

No obstante, y según los datos que ha difundido Turespaña, todo hace pensar que pese a que la llegada de turistas se ha reducido algo más del 11 % (en Canarias el 2 %) la inicial incertidumbre ocasionada por dicha quiebra se está comenzando a superar, ya que se prevé un nuevo record de visitantes a nivel nacional con unas cifras en torno a los 83 millones de turistas. No obstante, Canarias es, junto a Baleares, la región donde más ha afectado la quiebra de Thomas Cook ya que ha comenzado la temporada alta con una caída del empleo obligando a los empresarios a replantearse el cálculo del número de contrataciones de cara a lo que se supone la mejor época del año que serían estos meses de invierno.

Es obvio que todavía queda mucho por hacer: como seguir insistiendo en la exención de las tasas aeroportuarias para las compañías que establezcan nuevas rutas desde o hacia el archipiélago o que incluso incrementen el número de plazas previstas; la bonificación de las tarifas al cien por cien sobre las nuevas rutas aéreas; estudiar más y mejor el mapa de la conectividad aérea; explorar nuevas rutas como alternativas a las que no funcionen; continuar insistiendo en buscar alternativas empresariales para no seguir dependiendo de un solo turoperador, por muy importante que este sea; conseguir fondos para poner en marcha un plan viable de promoción específico para las islas; insistir en Europa en mantener una voz clara en materia turística, además de solicitar de los fondos comunitarios ayudas urgentes para paliar en lo posible las graves consecuencias de la quiebra; así como solicitar del Fondo Social Europeo la ayuda necesaria para paliar dichos efectos negativos de los trabajadores; sin olvidarnos de la necesaria cobertura jurídica y administrativa que intensifique la seguridad y los derechos aéreos de los pasajeros.

Es mucho lo que nos jugamos de cara al futuro pero entre todos -administraciones públicas, empresarios y hasta usuarios- lo podremos lograr.

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