Hace poco más de una década Canarias se convirtió en uno de los puntos calientes de la migración mundial. Más de 30.000 desplazados llegaron a nuestras costas solo en el año 2006, a través de una ruta marítima arriesgada y que se ha cobrado ya muchas vidas. Las imágenes de sucesivas pateras y cayucos arribando con niños, mujeres y hombres a las Islas abrieron portadas en los medios nacionales e internacionales. Y obligaron a los Gobiernos estatal y regional, así como a la Comisión Europea, a dar una respuesta a la altura del reto. La coordinación institucional y los acuerdos con los países de origen fueron entonces claves para afrontar la denominada "crisis de los cayucos".

Sorprende por ello la improvisación con que se ha reaccionado ahora ante el claro repunte migratorio que se está viviendo en las Islas este 2019. Es cierto que las cifras están aún muy lejos de aquellos años, pero aumentan de manera significativa mes tras mes. Hasta el punto que el volumen de llegada ha pasado de algunos centenares de desplazados anuales a 2.400 en lo que va de año, incluyendo las últimas embarcaciones llegadas estos días. Son ya 126 barcazas en total, en las que ha emigrado un 70% más de personas desde distintos puntos de África a Canarias en relación a 2018. En el conjunto del Estado ha ocurrido sin embargo a la inversa: ha disminuido el número total, por lo que cabría concluir que la ruta atlántica se ha reabierto. Y los expertos apuntan que la tendencia irá a más.

De hecho, no han sido pocas las voces que advertían desde hace tiempo de este repunte y sus consecuencias, sin que las instituciones hayan terminado de reaccionar para preparar "una acogida digna" a los inmigrantes. Lo acaba de reconocer el propio Gobierno de Canarias, que ha denunciado que "el modelo de acogida actual no sirve". Ni los cuestionados Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs), demasiado carcelarios para atender a los adultos; ni los saturados albergues de menores no acompañados, son los espacios adecuados para responder a esta creciente demanda de emergencia.

Pese a la experiencia de la pasada década, ha faltado previsión, coordinación y recursos para evitar en Canarias escenas como las que se han vivido en las últimas semanas: ciudadanos africanos vagando por las calles sin tener a dónde acudir para comer y dormir; actos de protesta ante la Delegación del Gobierno y tensiones entre esta institución y las organizaciones no gubernamentales; y, finalmente, el alojamiento de varios grupos de inmigrantes en hoteles. Muestra de que se están improvisando soluciones para un problema que se veía venir y en el que Canarias además ha acumulado ya experiencia.

Toca ahora, por tanto, activar de manera urgente un mecanismo de respuesta institucional coordinada entre todas las administraciones. Estado, Gobierno de Canarias, Cabildos y Ayuntamientos, todos y cada uno, deben contribuir de forma solidaria a crear y gestionar las instalaciones adecuadas para integrar a los que llegan. Y hacerlo a través de una red de acogida los suficientemente amplia y redistributiva para evitar cualquier atisbo de respuesta social inadecuada. Porque corren malos tiempos en este sentido y no conviene alimentar, con dilaciones burocráticas y recursos insuficientes, a quienes tratan de deshumanizar a los inmigrantes y utilizarlos políticamente.

Es importante recordar, por último, que la inmigración no es un problema de control de fronteras, sino de cooperación entre países receptores y emisores. La única respuesta efectiva es contribuir a la mejora de vida de los inmigrantes en sus lugares de origen. Un principio que se reitera retóricamente en los discursos políticos, pero que no termina de trasladarse a los documentos y presupuestos. Canarias sigue ausente de las políticas africanas del Gobierno de España, del mismo modo que la Unión Europea no termina de consensuar una política migratoria común. Dos miopías políticas que Canarias puede pagar muy caro, como están demostrando los últimos acontecimientos relacionados con el incremento de la llegada de pateras a las Islas y las reivindicaciones marítimas de Marruecos.