Por el interés te quiero, Andrés. Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le da encima... El refranero español está plagado de frases en las que se da cuenta de los beneficios que concede arrimar el ascua a la propia sardina.

Lo sorprendente es la progresiva desinhibición de la que se está haciendo gala por parte de unos y de otros a la hora de cambiar de posición, de ideas o de comportamientos o de faltar a una promesa o una palabra dada. Nos podemos remontar a la época del gobierno de Rajoy, cuando para "salvar a España", según ellos, convirtieron sus promesas de una rebaja de impuestos en la mayor subida fiscal que ha conocido España. Un hachazo de magnitudes indescriptibles que supuso un incremento de unos veinte mil millones de euros para las arcas públicas y que recayó en el costillar de la sufrida clase media española.

Desde entonces hasta hoy, todo el mundo parece haber descubierto que, en realidad, la palabra dada no tiene ningún valor. Y que no hay costo alguno en maniobrar a la vista de todo el mundo en función de tus propios intereses. Es vergonzante, por ejemplo, el giro que han dado las negociaciones entre el PSOE y Esquerra Republicana de Cataluña para apoyar la candidatura del secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, a la presidencia del Gobierno. Para lograrlo, no les ha importado implicar al Gobierno de España, que ocupan ahora incidentalmente, y sumergirlo en una negociación de "tú a tú" con la Generalitat de Cataluña, para satisfacer la vanidad de Quim Torra y dar la apariencia de una conversación entre iguales.

No ha sido algo que se haya hecho con nocturnidad y alevosía, sino ante los ojos de todo el mundo. Con absoluta naturalidad. Porque se ha descubierto -al fin- que la gente se lo traga todo. Y que no le importa. Y que siempre y cuando las próximas elecciones estén lejos, se puede hacer lo que sea, porque todo se olvida.

Las presiones sobre la Abogacía del Estado y sobre la Fiscalía, a cuenta de medidas que tienen que ver con los políticos catalanes condenados, son el pan nuestro de cada día. Se hacen públicas filtraciones y exigencias de los independentistas para conseguir medidas favorables a sus intereses. Y nadie se despeina ni lo más mínimo, porque parece que ya se considera normal que los poderes del Estado se plieguen a los intereses de quien está en el Gobierno.

Los líderes independentistas han concedido entrevistas, han rodado vídeos, han intervenido en programas de radio y televisión y han tenido, en suma, una activa vida pública a pesar de estar entre rejas. Es dudoso que se pueda encontrar un ejemplo similar en la historia carcelaria de este país. Si la batalla era demostrar que son otra clase de presos... Si la guerra era convencer al mundo que son presos políticos y no políticos presos, la van ganando por goleada. Todo lo que está pasando no es más que una lenta genuflexión del Estado ante el oportunismo.