No todo lo que se transforma se transforma por el poder del músculo. A veces, el más fuerte poder está debajo de una sencilla palabra que lo cambia todo con su invisible potencia. Para el bien y para el mal. Una palabra en labios de un padre es capaz de resituar la autoestima de una hija o de hundirla hasta el infinito. Hay palabras que son caricia y las hay que son capaces de hacer derrama sangre. Hay susurros y hay gritos. La palabra posee mucho poder.

En esta navidad escucharemos muchas veces que "(...) todo fue hecho por la Palabra; y [que] la Pa-labra puso su tienda en medio de nosotros (...)". En este caso la palabra es puente de encuentro, pero nuestra palabra puede ser abismo, acantilado, barranco y temporal. Todo cambia cuando una palabra se hace presente en medio de una relación. Puede acercar posturas o puede distanciar ánimos.

Cuando decimos que alguien tiene autoridad o poder en la sociedad, lo que tienen es el poder de la palabra. Pueden "decir" y lo que dicen se hace. "Hágase esto, y hágase así". Y esa palabra se trans-forma en acción, en institución, en realidad...

Por esta razón es bueno hacer caso al refranero popular que, en este caso, nos muestra que pensar lo que se dice es fundamental. "Por la boca muere el pez; piensa antes y habla después". Cuánta preci-pitación en los discursos; cuánto intrusismo desenfocado... Ciegos que creen que una palabra no tiene fuerza para destruir, incluso, la dignidad de una persona.

Bienvenido todo esfuerzo en aras de la prudencia.

Aún se recuerda el consejo de un viejo sacerdote palmero que repetía hasta la saciedad aquello de "Habla bien siempre del otro". Porque el mejor regalo que le podemos hacer a una persona no tiene coste económico, es una "bendición"; un "decir-bien" o un felicitar. Concluía el padre Pérez Álva-rez: "... y lo negativo dilo solo a la persona, a quien lo deba saber o a quien lo pueda corregir".

En la era de las comunicaciones digitales, con aceleración e irraiación extraordinaria, estos consejos se hacen aún más necesarios. El poder de la palabra es esponenial. Un poder que no se puede medir y que se convierte en irrefrenable.

Piensa lo que vas a decir; dilo con prudencia; de esta manera acertarás. Y cuando no aciertes, porque todos poseemos débilmente la verdad, usa la más poderosa de las palabras que una persona puede pronunciar: "Perdón".

Si no lo crees real, prueba a decirla en casa o con tus conocidos. Prueba a decirla en el trabajo o en tu entorno de amistad. Es tan poderosa que es capaz de convertirnos de individuos en sociedad.

Feliz Navidad, y perdonen.