Washington no es Nueva York, por lo que queda al socaire de las peregrinaciones españolas a la capital simbólica del Imperio, y no se ven compatriotas de compras y ganas de cultura turística. Roca Barea en su libro Imperiofobia y leyenda negra, mantiene que todos los imperios, y pone los casos de Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español, siempre generaron un sentimiento ambivalente de admiración y odio. Nadie se libra. El odio antimperialista americano de marca hispana ha sido muy verborreico e histriónico/tragicómico (Fidel Castro), lo que estimula el apetito de viajar a Nueva York para compensarlo con el orden de lo real. Es cuando el español constata la veracidad de que en la Quinta avenida conviven homeless y grandes limusinas, y pasará a ser ahora él quien difunda esa sangrante injusticia social en instagram. Es más breve y muchísimo menos apabullante que hacer recuento de todo lo que recibe de los americanos en vena.

Los Estados Unidos aun siendo la gran potencia económica y militar lo es sobre todo cultural, donde literalmente arrasa. Desde las universidades (producción científica y de humanidades sin excepciones) a las elaboraciones simbólicas más variadas, lo que es decisivo. Viniendo de España y de su mortalmente aburrida homogeneidad racial y étnica es un chute de vida volverte a encontrar la variedad racial, étnica y lingüística de Estados Unidos. La gran nación cívica (frente a las étnicas europeas) es una sociedad híbrida y mestiza. El melting pot de la California de la contracultura es ya todo el país.

Las cadenas hispanas emiten música latina, reggaeton, bachata y otros sones, por cierto, con una carga erótica que anuda romanticismo y poesía, y desprejuiciada, que llegados desde España (convento-cuartel en construcción) es brisa fresca; la pasión, las ensoñaciones juveniles, el sexo tienen plena libertad y una energía inusitada: aquí todo vive, fluye y se mezcla sin parar. No es concebible la estabulación por territorios. La vida está abierta y es de plena incumbencia personal. Nadie trata de que se rija por esquemas ridículos de políticos analfabetos y activistas sacerdotales menores que deliran con crear un hombre acartonado y nuevo, a quien ellos tutelar. Mientras los hispanos, asiáticos y ya incluso africanos que están ensayando la vía sudamericana a Estados Unidos, no paran de llegar. Resulta evidente que la migración que va a Europa es la que no puede ir a Estados Unidos. Prefieren oportunidades a asistencia y caridad. Dos modelos. No sería recomendable que pudieran elegir entre EE.UU y Europa. Nos quedaríamos aún más rancios, solos y monacales.